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El sartenazo de Martínez Ares

Tras el pasodoble de Ares, Kichi no debió mostrarse tan sumiso, le habría bastado con decir que esto es Carnaval

No ha salido Kichi bien retratado del último Concurso del Falla. No hay un tribunal más severo ni un barómetro más fiable. Y tras casi dos mandatos sin despeinarse a pesar de su limitada gestión, la impresión generalizada es que se le agotó el crédito. Los autores más punteros no se dejaron en el tintero esta vez ni los petardos, ni los cubatas. Y Luis Rivero le pidió directamente que cumpla su palabra y que se vaya, un debate que el propio alcalde alimenta con su indefinición al prometer a su llegada que jamás optaría a un tercer mandato, para anunciar a continuación que si no hay nadie mejor que él, igual cambiaba de opinión. Para ser justos, quien abrió la veda no fue otro que Martínez Ares con un pasodoble que ya forma parte de la leyenda popular, como aquella punzante cuarteta que 'Los borrachos' (El que la lleva la entiende) le dedicaron a Carlos Díaz: "Qué buena gente y olé (...) los huevecitos se te van a caer". El Falla estalló en una carcajada que a la postre fue premonitoria del cambio. Y tirando de la crítica más feroz, en su caso, el pasodoble que le dedicó Martínez Ares a Kichi también parece anunciar un antes y un después, el final de la cuenta atrás. El comparsista llamó poderosamente la atención porque, tras siete años en los que los copleros apenas pasaron del chiste fácil atendiendo al físico de Kichi, con especial atención al tamaño de su pabellón auditivo, ha sido la primera vez que se le propinaba al alcalde de Cádiz un sartenazo en toda regla que retumbó en toda la ciudad. Teófila recibió leña casi desde el primer día, pero nunca se cuestionó su capacidad de gestión y no en vano acabó gobernando 20 años. Sólo al final de su mandato se le perdió el respeto casi por completo.

La crítica de Ares dolió en el seno anticapitalista porque, en el fondo, fue como una enmienda a la totalidad de quien volvió al Concurso por los vientos de cambio que le inspiró el propio Kichi. El comparsista no se limitó a criticar el servicio de la limpieza, el conflicto con los hosteleros de La Palma o el notable deterioro de los Servicios Sociales. Vino a cantarle las cuarenta a Kichi para indicar que su actual mandato está agotado y que el personal ya sólo piensa en el futuro. Las redes sociales, todavía con el pasodoble flotando en el teatro, llevaron el mensaje hasta el último rincón del país. Y visto con perspectiva, el mérito de Kichi y su equipo es haber permanecido tan lejos de crítica en el Falla a pesar de formar un gobierno tan sectario como incapaz. El autor quiso quitarle hierro al asunto pero logró justo lo contrario al confesar que llevaba siete años mordiéndose la lengua. No olvidemos que su comparsa conoce como ninguna las claves de la competición y que ni el santo padre está a salvo de su pluma. No era necesario que se justificara, por tanto, como tampoco el alcalde debió mostrarse tan sumiso, empatizando con el tipo de la comparsa de Ares: "Cuando habla un poeta de Cádiz el alcalde cierra la boca". Le habría bastado con recordar que esto es Carnaval.

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