La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Sánchez aguanta más que el teletexto
QUILLO, ¡Cai es lo más grande pisha!" "¿Tú ha visto como flipa to er mundo que viene aquí con la gente, el carnaval, el arte que hay, el pescaíto pisha, las niña guapa, el flamenquito, la playita, er cashondeo?" Ha faltado la referencia al buen tiempo que tenemos, ni falta hace decirlo, lo bien que se vive, esas cosas. Desde luego que, como sostengo en mi libro Destruir España (antes de que Ella nos destruya a todos) cuando hablo de Cádiz, se ha interiorizado absolutamente la visión turística de nuestra tierra. Hasta tal punto que, tan halagados como nos sentimos de los requiebros que nos dedican los visitantes, hay muchos gaditanos que no saben ver más allá de los relamidos tópicos. Y al final, viviendo en Cádiz toda una vida, pueden acabar conociendo de su propia tierra lo mismo que conoce un turista que viene tres o cuatro días. Y ya está. Los de Cádiz apenas conocen Jerez, los de Jerez no saben que tienen una preciosa y relajante laguna natural (la laguna de Medina) fácilmente accesible en bicicleta a unos 15 km de su centro histórico y los de Medina ignoran la Ermita de los Santos, en la parte baja de la falda oeste de la colina sobre la que se asienta su bello pueblo blanco.
Y en este caso digo que la ignoran en el peor de los sentidos, no en el desconocer que está ahí. "No hay mayor desprecio que no hacer aprecio", reza una dolorosa expresión de la lengua castellana. Carlos, el ermitaño y único responsable de esta joya histórica de nuestra provincia, apenas puede disimular el dolor que le produce el desapego de la villa asidonense a su ermita. Desde los párrocos de la elegante y señorial Medina, hasta el pueblo llano, que desde que prohibieron ir al atrio de la Iglesia a hacer botellón una vez al año bajo la excusa de una romería, ya no tienen ningún interés en este sitio mágico que resume toda la historia de la provincia desde la caída del Imperio Romano. Y contada por Carlos, cara a cara, sin prisa, disfrutando del tiempo que se para en esta visita, de las más desconocidas y constructivas de nuestra tierra gaditana, que es mucho más que playa, sol, carnaval y pescaíto. Ya sabes, pichita, a salir de la concha de armejita a la marinera y a saber más de tu tierra que tanto dices querer.
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