manuel muñoz fossati

Y se quejan

Con la soberbia del rico insolidario al que le recuerdan el origen de su riqueza, se llama a ofensa por el nuevo impuesto

Cuando hablamos de que los bancos españoles han multiplicado sus beneficios este difícil año hasta alcanzar récords históricos, supongo que nos estamos refiriendo a los altos directivos y accionistas de las entidades, y no a la mayoría de los que los sostienen, es decir a nosotros todos, depositarios voluntaria o involuntariamente, sin que hayamos notado el más mínimo incremento en nuestros exiguos capitales.

Tampoco lo han notado las plantillas en las diferentes sucursales ni, por supuesto, han redundado en un aumento de las facilidades para el usuario a la hora de hacer gestiones. Sí ha servido para que suba el número de ejecutivos cuyo sueldo supera el millón de euros al año.

No tengo nada grave en contra de los bancos ¿cómo lo iba a tener si tengo allí todo mi dinero? Sí me gustaría sentirme más partícipe, sí me agradaría que en este año de vacas, más que gordas, con sobrepeso ya preocupante para ellos, pusieran menos malas caritas cuando se les dice que deben contribuir con una parte de su creciente riqueza a la común del país. No tengo ni idea de macroeconomía, pero tengo para mí que el discreto impuesto a los beneficios de la banca no va a acabar con ella, si no lo han hecho las sucesivas grandes crisis mundiales de las que ha salido no tan mal parada.

A todos los españoles se nos exigió un gran esfuerzo para remediar la última gran tormenta, provocada precisamente por la avaricia de las corporaciones financieras. No pudimos ni decir que no. Hubo recortes en todos los aspectos públicos y privados. Nos apretaron el cinturón hasta el punto de no poder gritar nuestra queja. Miles de empresas y trabajadores vieron puesta su vida en un paréntesis que en muchos casos fue más bien un punto final.

Y ahora, con la soberbia del rico insolidario al que le recuerdan el origen de su riqueza, se llama a ofensa por el nuevo impuesto proyectado, y pone el grito en el cielo a la vez que amaga con un suave "vosotros veréis" enarbolando su espectro favorito: la repercusión en las comisiones o en otro tipo de servicios al maltratado depositario, esposado y desposado con unas cláusulas bastante onerosas en caso de divorcio monetario.

Si la banca aspira (y lo logra) a ser como un gobierno paralelo, habrá que desear que les siga yendo bien, sin dejar de recordarle su responsabilidad social sobre todo este país que gobiernan.

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