Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

La Guardia Suiza debe estar buscando sitio para poner todos los regalos que el presidente andaluz dejó en la mesa de Su Santidad. La rama, el cáliz, la caja de dulces, la escultura... Qué aliviado se habrá quedado el séquito de Moreno al soltar todos los obsequios. ¡Ahí los llevas! Como uno que llevó a Roma una caja grande de yemas de las monjas de San Leandro con destino a la despensa de un cardenal. ¡Hala! Moreno se ha dado el baño de prestigio en la Plaza de San Pedro, como en su día María Teresa Fernández de la Vega cuando la enviaba Zapatero antes de tomarse él una taza de caldito en la Nunciatura. Como Yolanda Díaz, como Díaz Ayuso... Todos quieren estar junto al primer líder espiritual del mundo. Aznar acudió a ver a Juan Pablo II pocos días antes de dejar el Palacio de la Moncloa. El presidente Chaves estuvo muy cerca del Papa polaco cuando acompañó a monseñor Amigo en la ceremonia en la que recibió la birreta cardenalicia. Formaba parte de un séquito liderado por el vicepresidente Javier Arenas. El socialista Antonio Ojeda sí conversó con el Santo Padre en la Basílica de San Pedro en 1985 con motivo de unas beatificaciones. Era entonces el primer presidente del Parlamento de Andalucía, un encuentro que tuvo como testigo al entonces embajador de España ante la Santa Sede, Nuño Aguirre de Cárcer. Poco tiempo después sí hubo un andaluz recibido en audiencia por aquel gigante de la Iglesia. Juan Salas Tornero acudió al Vaticano con motivo del centenario de la Cámara de Comercio. Las estancias del Vaticano deslumbran hasta a los cardenales de provincia con tan solo apreciar las escalinatas. Hasta el rey Juan Carlos confesó que es de los sitios donde se ha sentido más abrumado al recorrer por primera vez un salón detrás de otro para llegar a la estancia donde se celebró su primer encuentro con un Papa. Francisco ha hecho todo más sencillo, tanto que ni siquiera usa la residencia oficial. Duerme en Santa Marta, la hospedería creada por Juan Pablo II donde se enclaustran los cardenales en tiempo de cónclave. Allí durmió cuando llegó a Roma para participar en las sesiones de la Capilla Sixtina (Extra omnes) y en ella sigue. Tampoco usó la estola de los cuatro evangelistas cuando se asomó al balcón recién elegido en aquella noche con llovizna en la que los italianos esperaban el nombramiento de Angelo Scola. Y sigue con la misma cruz pectoral, caracterizada por su extrema sencillez. El Papa recibe a unos y a otros. Nadie desaprovecha la ocasión. Los siglos, cuando menos, son respetados y tienen un indudable poder de atracción. Sobre todo para quienes ostentan un poder que dura quince minutos si se compara con quienes trabajan para la eternidad...

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