La esquina del gordo

Paco / Carrillo

El patio de Monipodio

18 de junio 2016 - 01:00

Salvando las distancias, eso pareció el 'Debate a 4' del pasado lunes entre los cabezas de cartel de los partidos más representativos de esta España que se desangra a chorros.

Monipodio, como usted sabe, es un personaje de "Rinconete y Cortadillo", la novela picaresca de un tal Miguel de Cervantes -cuya muerte se conmemora ahora en su cuarto centenario- y donde retrata episodios que hoy, tal y como pajean las cosas, no dejan de ser de una rabiosa actualidad. Sin embargo, gracias a las encontradas, variadas e interesadas opiniones que se vienen leyendo a posteriori sobre lo que dijeron los adversarios, lo que queda es lo escrito por los que viven a sueldo de los medios amaestrados y las chorradas de los tertulianos que pontifican hasta el punto de que, según el medio, el vencedor ha sido el que mejor convenga a sus intereses particulares o empresariales.

Patio de Monipodio es la expresión que ha quedado para aludir al lugar donde se reúnen maleantes de todo tipo. Maleantes, no me atrevo a decir -todavía-, pero mareantes en el mismo contubernio, sí, ya que según el diccionario, lo son aquellas personas que marean con su continuo movimiento o charla, con su pesadez y su vacuidad. ¿Me explico?

Tal vez por esta razón no aguanté ni media hora frente al televisor. Me acosté para seguir leyendo una historia sobre el Rey Felón, aquel malnacido que iluminó a tantos. La televisión tiene la ventaja que permite apagarla o abandonarla cuando repiten las películas, y ésta del Debate está más vista que Lo que el viento se llevó que, por mucho que atraiga al principio, Scarlett O'Hara y Rhett Butler son dos ambiciosos retorcidos, Ashley Wilkes un romántico carajotón de enciclopedia y Melani Hamilton una pasta flora empalagosa resignada a llevar cuernos 'espirituales' de por vida. Quiero decir que nada cambia por muchas veces que se vea. Lo mismo que el Debate: el bueno, el feo, el malo y el tontolaba colmillón, donde cambian las caras pero no las intenciones ni el argumento, cuya finalidad no es captar nuevos entusiastas, sino barrenar en los ya convencidos, como pasa con todos los credos.

Para llegar a la conclusión de que todos los intervinientes en el "debate del siglo" no han hecho más que especular, bastaría remitirse a que solo se han limitado a pregonar enunciados sin aclarar cómo y con qué pretenden llevarlos a cabo, que es lo que vienen haciendo desde siempre. Corrupciones e incompetencias aparte, abusar del cuento de la buena pipa es una de las causas principales de la poca credibilidad de los políticos, y mientras no se considere delito las promesas incumplidas, el patio de Monipodio será un corral sin vallado donde todo es secundario: un amasijo repugnante y una falta de respeto a los contribuyentes, quiero decir a los ciudadanos que han de votar, como siempre, a ciegas, a sordas y a mudas.

Claro que si malos son sus discursos, peores son sus silencios. Menos mal que va quedando claro que Rivera es el más sexy y Sánchez, según la experta Susana Griso, tiene el "culito" más presentable de todos los candidatos. ¡Algo es algo, pisha!

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