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Laurel y rosas

Juan CArlos Rodríguez

El origen fenicio de Chiclana

A propósito de la reciente inauguración del magnífico yacimiento fenicio en los bajos del Teatro del Títere La Tía Norica, en el corazón de Cádiz, proceden, al menos, tres reflexiones acerca del origen -también fenicio- de Chiclana. La primera tiene que ver con la denominación de Gadir, nombre con el que el Ayuntamiento de Cádiz ha bautizado el yacimiento abierto al público con un sobresaliente sentido de la estética, la didáctica y la sorpresa. Gadir es el nombre con el que, habitualmente, se suele asociar el asentamiento de los fenicios de Tiro en lo que hoy es Cádiz y que abraza su lema legendario de la ciudad más antigua de Occidente. Pero ésta es una interpretación reduccionista, en la que los arqueólogos no están, precisamente, de acuerdo. La realidad se aproxima más a otra concepción de la colonia fenicia a partir de esquemas interpretativos no tan tradicionales vinculados a los últimos descubrimientos. Con seguridad Cádiz, sí, era Gadir, pero también lo era el Castillo de Doña Blanca, Sancti Petri o Chiclana. Los griegos denominaron a Cádiz siempre en plural: Gadeira. Los romanos Posidonio, Estrabón, Diodoro de Sicilia o Heródoto aludieron a Gadir en plural.

No hay en toda la literatura clásica referencias a otro nombre fenicio, por ejemplo, del asentamiento donde se levantaba el templo de la sabiduría dedicado al dios Melqart que un día existió en Sancti Petri. Ni hay otro con el que se denominara el entramado urbano de Doña Blanca. Ni tampoco el magnífico yacimiento existente entre las calles Castillo, Ánimas y Santísima Trinidad, anexo al colegio público de El Castillo, a la espalda de la Iglesia Mayor. "La mayoría de los investigadores han atribuido esta denominación en plural al hecho del que el archipiélago de Cádiz estuvo formado por varias islas -han escrito Paloma Bueno y Juan Cerpa, los arqueólogos que han excavado el yacimiento chiclanero-, pero el descubrimiento de un nuevo recinto fortificado en la Bahía de Cádiz, en este caso en Chiclana, unido al ya conocido del Castillo de Doña Blanca, en El Puerto, sugiere una designación, más que a la pluralidad de islas a las diferentes ciudades o recintos fortificados, que existieron en dicha Bahía". A la pregunta, por tanto, de cómo se llamaba la Chiclana fenicia. La respuesta no es otra que Gadir. Lo mismo que Gadir era también Cádiz o Bahía Blanca.

El contexto geográfico ayuda a entenderlo con un simple ejercicio mental en el que debemos imaginar con los ojos de un fenicio toda la marisma como el mismo mar. Veremos, entonces, una línea de costa que hace tres mil años se situaba prácticamente hasta el Puente Grande, donde debía desembocar el río Iro. Hasta finales del siglo XIX esa marisma -de hecho- llegó prácticamente a lo que hoy es la calle Vega. El asentamiento fenicio de El Castillo responde, por tanto, a una ubicación estratégica. Fácil trasporte por barco y una elevación que permite otear aún hoy Cádiz, San Fernando, Medina, Conil y, por supuesto, Sancti Petri. Los restos arqueológicos excavados por Paloma Bueno y Juan Cerpa en la última década describen "un enclave construido a la manera oriental, con una muralla de casernas y pautas urbanísticas que permiten hablar de la existencia de una ciudad allá por el siglo VIII a. C.". Ciudad en tierra firme y al amparo de temporales e invasores en donde debieron vivir sacerdotes, siervos, astrónomos, comerciantes y soldados del Heraklion, tal era su dimensión e importancia, del templo de Melqart.

La segunda apostilla tiene que ver con la relevancia del yacimiento del Castillo. Gadir es una palabra que significa, siguiendo a Paloma Bueno, "muro, lugar cerrado, ciudadela fortificada o castillo". Es probable que haga alusión al propio recinto amurallado que rodeó los asentamientos fenicios gaditanos, justo como se hacía en Siria o el Líbano. De ahí, por ejemplo, el interés que ha despertado en estos países el yacimiento chiclanero, donde ha aparecido una notable muralla defensiva del siglo VIII a. C. construida a la manera oriental. Bueno sostiene que "la ciudadela de Chiclana actuaría como primer puesto de defensa contra el enemigo que quisiera entrar en la bahía".

La tercera apostilla alude a la leyenda. El cadáver de Mattan, el fenicio que no pudo huir del fuego y cuyos restos con ADN de padre fenicio y madre autóctona constituyen el principal foco de atracción del magnífico yacimiento del Teatro del Títere Tía Norica, es el núcleo alrededor del cual Cádiz ha escenificado con notable calidad museográfica su propia leyenda. En Chiclana aún no hemos sabido hacer del templo de Melqart o del yacimiento del Castillo -sobre el que, además, se ha comprobado una ocupación constante hasta la actualidad- un elemento de atracción turística, cultural y simbólica que reivindique y muestre nuestro rico pasado. Gadir. Y con ello la íntima ligazón cultural que durante los siglos Chiclana y Cádiz han compartido.

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