La aldaba

Carlos Navarro

Las masacres silenciadas

27 de septiembre 2025 - 03:06

Juan Pablo II murió sin dejar desvelada la identidad de un cardenal que llevaba años nombrado, pero estaba bajo la protección del anonimato. Un cardenal in pectore. Solo el Papa y el designado sabían el nombramiento. El polaco no dejó ningún escrito, por lo que el secreto quedó entre los dos. Así se opera cuando razones superiores de seguridad lo aconsejan. Imaginen de dónde podía ser el cardenal, piensen en cualquiera de las naciones donde el cristianismo es perseguido salvajemente.De vez en cuando nos llegan noticias de las masacres que se perpetran contra poblaciones enteras por razones de fe (¿les suena a la definición de genocidio?). Ocurren últimamente en Nigeria, pero ha habido más en Siria y otros países en los que el islamismo radical comete fechorías que generan crónicas espeluznantes. Consulten los informes de Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) o de la Fundación para la Justicia, el Desarrollo y la Paz (FJDP) y les resultará difícil llegar al final de los relatos, tal como ocurre hoy con los telediarios que informan de las atrocidades que el Ejército de Israel comete en Gaza. Pero los cristianos de todas las edades maltratados, asesinados, mutilados e incluso humillados después de muertos no tienen flotilla, ni el apoyo de ciertos sectores tronantes de la cultura, ni siquiera intervenciones favorables de políticos de derecha. ¡Mala suerte ser víctimas de segunda categoría! ¡Qué infortunio no ser muertos en un tablero ideologizado donde, al menos, puedas contar con el apoyo de un bando! Los cristianos asesinados son víctimas de nadie, salvo para las oraciones del Papa y de sacerdotes que usan las redes sociales para llamar la atención sobre tamañas atrocidades.

Solo en Nigeria han sido matados más de siete mil cristianos entre enero y agosto de 2025. La mitad de la población es cristiana, luego no son minoría, pero sí están amenazados continuamente por los violentos. Son cristianos que mueren en silencio, como los que el pasado verano estaban durmiendo y nunca más se despertaron. No hay pancartas para pedir justicia en su nombre, acaso plegarias en silencio. Tuvieron la desgracia de nacer con todo en contra, pero nadie levanta la ceja por ellos, ni recoge un premio y lo dedica a su memoria, ni muchos menos sabotea un acontecimiento público para que se evidencie la masacre. Hay colectivos que no merecen determinada sensibilidad. Y la razón es sencilla: no hay rédito ideológico, ningún gobierno ve aprovechamiento en su causa, ni directa para legitimarse, ni indirecta para tapar algún escándalo interno.

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