Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Merece la pena?
Estamos en la temporada en la que podemos saborear los higos de tuna, fruta de un agradable sabor dulce que desde hace muchos siglos podemos obtenerlas en nuestra zona de una manera ocasional, ya que la tuna ( Opuntia Picus-indica ) planta de la que procede, no se explota económicamente en la península sino que más bien podemos considerarla una planta silvestre.
Oriunda de México, fue introducida en España a principios del siglo XVI por el Duque de Medina Sidonia. Es muy probable que fueran en nuestros suelos de Chiclana donde primero se sembrara pues su fin no era en absoluto el fruto sino el ser portadora del insecto llamado cochinilla que producía la grana, el importante, comercialmente, colorante rojo.
Este cactus se difundió con muchísima rapidez, tanto en España, como a lo largo del mediterráneo y norte de África, ya que sus palas arraigan con mucha facilidad, normalmente formando un seto que puede llegar a unos cuatro metros tanto de alto como de ancho.
En Chiclana se utilizó abundantemente para delimitar propiedades, "vallado de tunas", e incluso y debido a la gran densidad que adquiere el seto se llega a emplear en muchos casos como cortavientos, para proteger las viñas o los "cortinales" de la fuerza del levante. La tuna también se usaba como planta forrajera, para alimento de los animales, era muy útil, pues también posee una gran cantidad de agua.
Florece una vez al año y el fruto tiene una cáscara gruesa y muy espinosa. Cuando está maduro tiene forma de baya ovalada con un diámetro que puede llegar a tener hasta siete centímetros y una longitud de hasta once centímetros.
Durante muchos años los chiclaneros cogían estos frutos, de los tunales que se encontraban en las veredas y los caminos defendiendo las propiedades y sirvió durante los difíciles años de la "postguerra" como una rica fuente de alimentación tanto a los pequeños como a los mayores. Era tradicional también ver por los alrededores del mercado o en muchas "casapuertas", por la mañana temprano, jaulas de higos y hombres o mujeres vendiéndolos. Al cortar con la navaja mediante tres cortes y separar la cáscara, aparecía el fruto de color verde amarillento y rojo si estaba más maduro. Se solía comer directamente, con las manos. Sólo en algunos casos, se llevaba un platito para comerlos en casa.
Los higos se recogían al atardecer del día anterior o al amanecer del mismo día. Se utilizaba una caña abierta por una parte que permitía introducir la fruta en la abertura y girando se conseguía desprender de la pala del tunar. Se depositaba en la tierra, sin tocarlo con las manos, y se procedía al barrido de los mismos en la tierra, para que se le desprendieran la infinidad de espinitas que contiene la cáscara, en todo caso convenía hacer toda la operación con la espalda a la dirección del viento, pues cuando el fruto está suficientemente maduro estas púas se desprenden con facilidad por lo que podían dañar la cara y las manos, siendo su "picadura" realmente molestas. Para finalizar era necesario lavarlos, lo mejor posible, para asegurarnos que se arrastran todas las espinas. Los mas emprendedores le ponían un serón a la bicicleta y vendían los higos en los mercados de Cádiz o de la Isla. Esta fruta cuanto mas fresca, mas rica, por eso se rociaban con agua de un cubo, mientras el vendedor pregonaba "higuitos frescos ".
La pulpa tiene una gran cantidad de pepitas que producen estreñimiento, era normal que un atracón de higos llevara consigo un gran atasco en la barriga. El remedio popular para ese caso, era beber agua salada, agua de la playa.
En los años cincuenta se compraban dos higos por una perra gorda, hoy una docena ya cortados y en una bolsita de plástico, se cobra a dos euros.
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