El pinsapar
Visto y oído
En la escuela, también en la universidad, leíamos con igual avidez que incredulidad las atrocidades provocadas por conflictos que hacían que nuestras manos ascendieran hasta nuestras cabezas. ¿Cómo pudo ocurrir eso? La pregunta llevaba solapada un cuestionamiento –un señalamiento, si quieren– a la generación concreta de turno, corresponsable por inacción. Así, lo veíamos. Sí. Y así nos verán. La Historia nos juzgará, no me cabe la menor duda. Pero, ¿de qué les vale el escándalo futuro a las 42.000 personas, la mitad de ellos niños y niñas, que, por ahora, han sido asesinadas en Gaza?; ¿de qué les sirve el posible asombro de las generaciones venideras al 80% de la población que hoy está siendo desplazada?, ¿reconstruirán las viviendas destruidas, las escuelas? La incapacidad de actuación de la comunidad internacional se retratará en los libros. Y nosotros, nuestro silencio cómplice ante un genocidio, también
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