El mundo de ayer
Rafael Castaño
Una línea en la pared
La coalición de Gobierno, que empezó bipartita (PSOE-Unidas Podemos) y cada día es más tripartita (PSOE-Podemos-Espacio Yolanda), se agrieta hoy un poco más que ayer, pero menos que mañana. Quiero decir: la proximidad de decisivos combates electorales -municipales, autonómicos y generales, todos ellos en 2023- eleva las tensiones y dispara el enfrentamiento. Ni siquiera hay que descartar una ruptura oportunista cuando la legislatura se acerque a su final legal y cronológico.
Entendámonos. La coalición ha funcionado correctamente en los asuntos importantes. Ha sacado adelante tres presupuestos generales del Estado y ha ido de la mano en las políticas más destacadas, como la lucha contra la pandemia y la crisis económica y energética. Pedro Sánchez ha asumido parcialmente las recetas fiscales de Podemos, y Podemos se ha tragado, con apenas un pataleo adolescente, la ayuda militar a Ucrania, la alineación sin matices con la OTAN y la decidida vocación europea de Sánchez. ¡Quién iba a dejar de ser ministro o ministra por esa pequeñez!
Salvados, pues, los muebles fundamentales que articulan y decoran el poder compartido, los socios de gobierno se distinguen, reafirman y refuerzan aventando sus divergencias en cuestiones menores y aun se permiten enquistarse en sus respectivas posturas y prohibirse las concesiones al otro. La máxima fricción se produce en torno a la ley trans, en la que la ministra Irene Montero ha promovido un auténtico frente opositor a su socio y jefe Pedro Sánchez, mientras que éste parece decantarse por una solución que divide al movimiento feminista y al propio PSOE. Ni que decir tiene que, en este tema de la autodeterminación de género, Montero se mueve entre la emoción y la ideología y Sánchez aporta racionalidad y sensatez. También es verdad que la titular de Igualdad sólo defiende el proyecto que salió del Consejo de Ministros sin objeción alguna por parte del presidente y que, en última instancia, todos estos problemas nacen de la rapidez y frivolidad con que Pedro Sánchez selló en 2016 el pacto para gobernar tras superar milagrosamente el insomnio que le iba a causar la cohabitación con Pablo Iglesias.
Con la ley de vivienda y la ley mordaza pasa tres cuartos de lo mismo. Podemos siempre quiere ir más lejos y el PSOE intenta no asustar al electorado de centro y moderado, que es el que hace ganar las elecciones. Pero romper, no rompen. Por ahora.
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