Si fichamos a Vinícius

El fútbol ha pasado de animar a los nuestros, a atacar con violencia e insultos a los oponentes

A los impresentables que se dedican a insultar a uno de los mejores futbolistas de la actualidad, el madridista Vinícius, quizás lo que les mueva no sea tanto el color de la piel del extremo brasileño, sino el hecho de que juegue en un equipo contrario al suyo y al que se logra desestabilizar a base de increparle con insultos racistas y xenófobos. Y como con tal de derrotar al equipo más laureado de la historia todo vale; aquellos descerebrados que creen que el fútbol es más una guerra, que un deporte. En sus equipos hay jugadores de color, procedencia y creencias diversas. Nada de ello molesta a ninguna hinchada, siempre que sean “sus” jugadores. Si Vinícius fichara por el Valencia, quienes lo han insultado, le aplaudirían a rabiar. El insulto se produce contra los contrarios, a quienes no se les tiene como competidores, si no como enemigos que hay que hundir. Y si sacarles de sus casillas ayuda a conseguir dicho objetivo, pues se hacen las faltas físicas o morales que hagan falta.

El racismo es inaceptable, pero el problema de fondo es otro aún mayor, y reside en que hemos convertido lo que es deporte y entretenimiento, en una pasión que enaltece el “todo vale con tal de derrotar al enemigo”. Hoy en día los estadios de todo el mundo se han llenado de aficionados a “su” equipo, más que con amantes del fútbol que se divierten con las habilidades de unos deportistas capaces de hacer cosas que el común de los mortales no tiene a su alcance. No es el espectáculo lo que divierte, sólo vencer. Es como si en las películas únicamente nos gustaran aquellas en las que unos actores determinados derrotaran a los demás, sin importarnos cualquier otra consideración. Que esa mentalidad excluyente se haya apoderado de la cultura futbolística con normalidad hasta el punto de que cuanta más fiereza muestren los seguidores de un club, más se elogia “la caldera” en que se convierten sus estadios; contrasta con el respeto que se ofrece a todos los participantes en otros deportes. El fútbol ha pasado de animar a los nuestros, a atacar con violencia e insultos a los oponentes. Millones de niños y jóvenes en todo el mundo se están educando en la idea de que ser de un equipo pasa por ser anti otros muchos. Así más que unir, el fútbol se está convirtiendo en un juego que separa y enfrenta. Al comienzo de cada partido, los equipos intercambian porterías y banderines. Las hinchadas deberían hacer lo mismo con sus pasiones y descubrirían que todas forman parte de un mismo juego.

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