Umberto Eco ironizó acerca de construir una réplica de Venecia junto a la de verdad. Así lo auténtico quedaría a salvo de la destrucción por el turismo y otras calamidades. Auguraba, yo lo creo, que este doble de Venecia seguiría atrayendo masivamente a los visitantes.

Así pues, por qué no construir un carnaval de mentira. Un lugar donde no exista el aburrimiento y sólo se vea lo bonito y divertido de la fiesta. De esa manera se protege a la ciudad y a lo auténtico del carnaval. Todo son ventajas.

¿Qué más da que sea falso? Más falso que Disneyworld es imposible y mira el turismo que atrae. Un Cádiz ficticio en permanente carnaval, en el que la calle de la Palma desemboque en la plaza de las Flores, justo en la que se encuentra el Falla. Donde haya un pregón cada día y un freidor en cada esquina, atendidos por figurantes con acento gallego. Donde callejeen extras con pinta de gaditanos auténticos y donde se pueda pedir autógrafos a El Selu, El Canijo o El Sheriff, aunque sean tipos disfrazados. Como Mickey Mouse en Disneyworld.

La pérdida de autenticidad no debe desanimar. Entre otras cosas porque a estas alturas ya deberíamos estar desanimados. No sé si me explico. ¿Que no? Mira el cuplecito de La Anganguíssima (de la que me declaro adicto) del pasado año. "Ha dicho la Greta esa/ que cortemos el rollo con la purpurina,/ porque mata a las mojarras/ a los burgaíllos y hasta las coquinas./ La tala indiscriminada/ de los bosques de foame/ es un gasto innecesario/ pá hacer un tipo de carnavales./ Porque están los artesanos/ son asesinos y criminales aaah./ Tú que sales en el Falla y no te das ni cuenta:/ no hace falta matar al medioambiente/ si vas a quedar el treinta". ¿Autenticidad? ¿Pá qué?

Ahí lo dejo. Cuando todo esto pase, lo mismo algún magnate, tipo Amancio el de Zara, quiere tomar la iniciativa.

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