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Las siete diferencias

Una secretaria de Estado, aunque sea de Igualdad, debería hilar más finoen sus redes sociales

Me revienta la ley del embudo («para mí lo ancho, y para ti lo agudo»). Así que, antes de criticar que la izquierda -antaño tan soliviantada con aquellos cánticos machistas del C. M. Elías Ahuja- defienda ahora los cánticos feministas que deseaban que la madre de Santiago Abascal hubiese abortado, le doy una vuelta. No quiero hacer yo lo mismo pero al revés.

Encuentro siete diferencias. No reí la gracia a los colegiales, y no porque no relativizase la ofensa goliardesca de sus cánticos, sino porque me espantaría que eso lo gritasen a mi hija. Hay otras diferencias menos subjetivas.

Pam, la secretaria de Estado, se hizo un vídeo con las del canto abortista con una amplia sonrisa. ¿Se imaginan ustedes el escándalo si Buxadé se hubiese grabado con los chicos del Elías Ahuja?

La tercera diferencia emana de la segunda. Nada se parece más a una firma digital que un vídeo propio en las redes sociales. El deseo de unas chicas de liquidar a un rival ideológico podría relativizarse tal vez por la dichosa irresponsabilidad preadolescente, pero el vídeo viral de una secretaria de Estado para la Igualdad (sic), no.

La cuarta es el señalamiento. Los gritos colegiales se dirigían una colectividad genérica, mientras que los gritos feministas apuntan contra un señor con nombre y apellido al que se le deseaba la peor de las muertes: la de no haber vivido. Si el colegio mayor hubiese señalado a una particular, la ofensa habría sido delictiva.

Ojo con la quinta diferencia: las víctimas. ¿No tenían que ser creídas? Las chicas del colegio femenino aseguraron por activa y por pasiva no haberse sentido ofendidas. Se ofendió solo el feminismo oficial. Las aludidas asumían que era una tradición algo salvaje de la vida universitaria.

La sexta diferencia consiste en la amenaza del BOE. Los gritos del Elías Ahuja sirvieron para que la izquierda sacase su ametralladora de prohibir y se plantease la necesidad de suprimir los colegios mayores diferenciados. Un equivalente sería que ahora Vox exigiese que se prohibiesen las manifestaciones o las paridas pareadas, lo que no hará.

Séptima: la frivolización del aborto. Las feministas lo vendieron como una tragedia horrible para las mujeres, pero lo utilizan como arma arrojadiza y corrosiva, olvidando su trascendencia y deseándoselo entre risas a una mujer en particular. Qué fracaso de educación sexual.

En conclusión, puedo decirlo ya sin embudo: Pam, de pena.

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