Siete días decisivos

Una parte del electorado no vota a quien es buen estadista, sino al político que dice la parida más grande

Se puede decir que la campaña electoral verdadera comienza hoy en Andalucía. Desde el Viernes de Dolores, al coincidir con la Semana Santa, el tono ha sido bajo, casi íntimo. Gracias a las procesiones, gracias a que la gente estaba en otros asuntos. Pendientes de si llueve o no; o del yihadista de Sevilla que después de asustar resultó embrionario; o de la reconstrucción de Notre Dame, con Macron al timón. Apenas ha trascendido que había una polémica por los debates con Pedro Sánchez. En Semana Santa parecía que hubiera una reconquista de Andalucía, como si hubieran echado a los líderes políticos de Despeñaperros hacia allá. En los telediarios aparecían por Galicia, por Asturias, por Cantabria…

Así que ahora llega lo bueno. Los últimos días, en los que se decidirá el futuro de España en los próximos años. El margen de sorpresa que condiciona las elecciones del 28 de abril le aporta un singular interés. Hay varias claves. No sólo el voto de los indecisos, sino también la participación. Eso que se ha denominado la izquierda volátil, un segmento sociológico poco participativo, que unas veces vota al PSOE y otras se abstiene. La última vez se quedaron sin votar y fastidiaron a Susana Díaz. Por eso, Pedro Sánchez los busca desesperadamente.

Otra gran incógnita es el votante de Vox. ¿Conseguirá Pablo Casado convencerlos de la inutilidad de ese voto? Probablemente, al PP le hubiera interesado que Vox participara en un debate a cinco. Les concederían una representatividad que no han ganado todavía en las urnas (las encuestas no son elecciones), pero permitiría apreciar la talla de estadista que aporta Santiago Abascal, que es penosa. También es verdad que una parte del electorado no vota a quien es buen estadista, sino al que dice la parida más grande. Ahora Albert Rivera elogia a Fraga, que sólo triunfó con sus gallegos.

Pensar que un 40% de los españoles mantiene la indecisión todavía es tomar por tonta a media España. Seguro que lo saben, pero no lo dicen, por vergüenza o porque no les da la gana. Las encuestas funcionan como armas políticas de destrucción masiva. Algunas son como setas venenosas, o con los efectos que causa una mala cocina.

Pedro Sánchez parte con la ventaja de que en las encuestas aparece como el más votado. Significa que su apuesta por el tezanismo en el CIS ha sido eficaz para él. De cara a la galería, ya es el ganador. En las urnas aún se puede llevar una sorpresa, como Susana Díaz en Andalucía. Pero no será fácil que suene la misma flauta.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios