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El debate

Supongo que Sánchez sabe que son sus socios de Gobierno quienes concurren a estas elecciones a vida o muerte

Ya en plena campaña de la precampaña, don Pedro Sánchez exige a su oponente, señor Feijóo, un número de debates un tanto abultado –¡seis de aquí a julio, los dioses no lo permitan!–, mientras que el señor Feijóo, sin arredrarse en absoluto, ya ha dicho que debate, haberlo haylo. Y es aquí donde vienen las complicaciones. Porque uno entiende que el señor Sánchez se halla confiado en su experiencia, en la bondad de sus leyes, etcétera, etcétera; en tanto que el señor Feijóo, probablemente, confíe en lo mismo, solo que todo lo contrario. La pregunta, entonces, es de cuántas voces, de cuántos integrantes constará el debate. Y es en este punto donde uno piensa que la estrategia del señor Sánchez se tuerce.

Un debate en plan duelo al sol, con solo dos espadachines, no parece muy aceptable para las otras fuerzas del hemiciclo, algunas de las cuales se hallan en horas de grave incertidumbre y necesitan de esa última visibilidad televisiva. Pero un debate coral, con varias fuerzas en conflicto, no va a permitir al presidente Sánchez acuciar cumplidamente al candidato Feijóo. Y en mayor modo, porque alguna de esas fuerzas políticas, hoy divididas y en viva conflagración, aún forman parte del Gobierno. Con el añadido de que cada una de ellas intenta jibarizar a la otra para su propia pervivencia. ¿Qué veríamos, pues, en un debate de estas características, con un presidente del Gobierno asediado por propios y extraños (recuerden aquel grito bélico, pavorosamente real, de “¡Al suelo que vienen los nuestros!”), mientras que el señor Feijóo acaso se quede allí, expectante, sin que le dejen meter baza en la refriega.

Dado el poco tiempo del que disponemos, de aquí al 23 de julio, no sé si será posible embutir a los señores Sánchez y Feijóo en un “tu y yo” tardorromántico, mientras que el resto de los partidos velan armas y asisten a la vaporización de su electorado. Supongo que el señor Sánchez sabe, mejor que nadie, que son sus socios de Gobierno quienes concurren a estas elecciones a vida o muerte. Y que alguien en esa tesitura quizá no atienda a conveniencias ajenas. Si a esto se añade que a finales de julio una parte de España estará ardiendo y otra con problemas de agua, no sé hasta qué punto el presidente Sánchez será capaz de desviar ese malestar estival sobre su adversario. A lo cual se suma el mero hecho de la convocatoria electoral. Una convocatoria que aquí en el sur –el calor espejeando la calle– nos hace ya sudar y rezongar por anticipado.

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