Estas d fiestas vienen con un sobrero a cargo de la empresa que es un largo fin de semana añadido como vagón de regalo añadido al interminable tren de la Navidad. Si las fiestas son largas de por sí, más aún resultan cuando el calendario regala tres días para acabar con las sobras perecederas, gastar lo que no se tiene en las rebajas y acabar con toda suerte de excedente antes de que el año comience de verdad el lunes 10 de enero. Las pascuas pasan, pero no la pesadilla de la pandemia. Este año habrá que mirar la factura del coronavirus a mitad de mes y la de la Visa el día 31. Los españoles hemos vivido unas fiestas con escasas restricciones por mucho que algunos sigan hablando de liberticidios. ¡Si nadie se atreve a meternos en cintura! Tuvimos que sufrir mil muertos diarios para que nos encerraran en casa, aunque ya se nos haya olvidado. La inmensa mayoría estamos sanos gracias a una vacuna que, por supuesto, no es obligatoria. No hemos notado apenas la amenaza del desabastecimiento. El que ha querido se ha quedado en casa, ha salido a cenar o se ha metido en los sótanos de unos grandes almacenes. Parecen obviedades, pero no lo son cuando en las cloacas de la redes corren ratas proclamando no se cuántas teorías conspiranoicas y otros tantos discursos sobre la libertad de un tenista al que en Australia se le aplican sencillamente las normas como a cualquier ciudadano de aquel territorio. La mayoría de las cabalgatas han salido a la calle, muchas retransmitidas por la televisión. No han faltado alcaldes apretando el botón para encender miles de bombillitas, ni los sorteos de lotería, ni los hospitales con acceso rápido a unos servicios de urgencia sin ningún colapso. Sólo nos han faltado suficientes test de antígenos. Algunos han tenido que incurrir en un verdadero tráfico de influencia para obtenerlos como si fueran paquetes de garbanzos pedrosillanos en un ultramarinos de la España de los años cuarenta. Aquí el que ha querido ha hecho lo que le ha dado la realísima gana. ¿Dónde está el recorte de libertades? Se podrán poner muchas pegas a los gobiernos en la gestión de esta pandemia, muchísimas y con fundamento, pero no habernos limitado la forma de vivir las pascuas de la Navidad. Me temo que no nos han dado tanta liberad por convicción, sino por mero tacticismo electoral. El gran problema es que la pandemia pasará gracias a las vacunas obtenidas en laboratorios privados y aplicadas por la sanidad pública y habremos aprendido la importancia de lavarnos las manos, pero la clase dirigente ha seguido y seguirá con sus mismos vicios. Nos quejamos por inercia. Quedan tres días para acabar con el Carta Nevada o subir las botellas al altillo.

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