Juan Ramón Medina Precioso (Ex rector de la Universidad de Sevilla)

La crema catalana se está enfriando

DIJIMOS que, previsiblemente, el intento secesionista catalán iría enfriándose paulatinamente: era imposible que una parte importante de la sociedad se mantuviese movilizada durante un largo período de tiempo si no se alcanzasen algunos objetivos importantes. En esas circunstancias, el proceso se radicalizaría y, en paralelo, las capas más moderadas, que suelen ser las mayoritarias, se irían desligando hasta que todo quedase en manos de las minorías más extremistas.

Las últimas encuestas realizadas han confirmado que, en efecto, la intentona secesionista está desinflándose: ya hay más catalanes contrarios a la independencia que partidarios de declararla. Y ahora sólo los más radicales, los dirigentes de CDC, de ERC y de la ANC, persisten en la idea. Pero no se trata aquí de proclamar un estéril "yo ya lo dije" sino de aportar algunos datos adicionales que sean útiles para entender por qué está retrocediendo el secesionismo catalán.

Un factor de primera magnitud está siendo el nulo apoyo internacional al secesionismo. Hubo un tiempo, cuando los secesionistas escoceses estuvieron a punto de lograr sus objetivos, que sus colegas catalanes se hicieron la ilusión de que ese precedente les ayudaría mucho. Incluso enviaron una delegación a Escocia, pero aquello quedó en un "casi lo logramos", que es parecido verbalmente pero muy diferente materialmente a "lo hemos logrado". Aquel "pudo ser" fue como un jarro de agua fría sobre los recalentados sesos de Mas y sus cómplices.

A pesar de que el Gobierno catalán reaccionó animosamente dirigiendo misivas explicativas a los gobiernos de muchos países europeos, abriendo diferentes "embajadas" en diversas naciones o realizando visitas propagandísticas a sitios tan distintos como Italia o los Estados Unidos, los frutos de esos esfuerzos políticos y comunicativos han sido nulos en apariencia y posiblemente negativos en realidad. No ha habido respuesta a las misivas, la Unión Europea ha informado que no cabe más representante permanente ante Bruselas que el designado por cada Estado firmante del Convenio (o sea, España en este caso), ningún mandatario relevante ha acudido a las visitas de los secesionistas y el eco de todo eso en la prensa internacional ha sido casi imperceptible.

El resultado ha sido que las esperanzas de que algunos estados importantes apoyasen el secesionismo y obligasen al Gobierno español a negociar alguna salida al modo escocés o al canadiense se han esfumado. La perspectiva de que una Cataluña independiente fuese reconocida por la UE y pasase a formar parte de esa alianza se ha desintegrado igualmente. Ambos hechos no tienen nada de extraño: en los Estados Unidos están prohibidas las iniciativas tendentes a separar a cualquier estado federado, como Texas o California, del conjunto y, por su parte, la mayoría de los países de la UE contemplan con preocupación la posibilidad secesionista catalana porque sería fácil que se extendiese a la llamada Padania, Flandes, Córcega y otras regiones europeas.

La negativa internacional no sólo ha sido firme sino que parece estable. Si bien los más exaltados sostienen que prefieren una Cataluña segregada de España aunque el precio a pagar fuese quedar fuera de la Unión Europea, del espacio Schengen y del manto protector del euro, otros muchos secesionistas no se han mostrado tan osados y han reculado digna y prudentemente.

Un segundo factor fue el propio resultado del llamado proceso participativo, que en realidad era un referéndum encubierto y con pocas garantías de fiabilidad. Los resultados a favor de la secesión no fueron en absoluto exiguos, pero tampoco fueron aplastantes. Para embarcarse en la nao de la declaración unilateral de independencia ni siquiera sería suficiente con una ajustada mayoría absoluta de los catalanes con derecho a votar sino una mayoría cualificada. Sin embargo, el resultado obtenido estuvo muy lejos de ese listón. La sospecha de que el proceso podría acabar como en Escocia se extendió rápidamente.

Un tercer factor en contra ha sido la desunión entre los distintos partidos secesionistas, que se manifestó con la negativa de ERC a formar una lista conjunta con CDC para las próximas elecciones autonómicas. Mientras que el equivalente catalán a IU se ha dado de baja y la CUP desconfía de los demás, la Unió de Durán se lo está pensando. Por otra parte, en el PSC han ganado los menos secesionistas e incluso la ANC ha amenazado con presentar su propia lista. Tampoco nada de todo eso es extraño: después de todo, no dejan de ser partidos que deben competir en las urnas.

Para colmo, uno de los partidos emergentes en Cataluña, Podemos, mantiene posiciones confusas respecto de la secesión y el otro, Ciudadanos, es desde su origen firme partidario de la Constitución y la unidad de España. Todo ello son buenas noticias para los españoles en general y los andaluces en particular. Susana y Moreno deberían, por una vez, alegrarse de consuno.

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