Crónica Personal

La carcajada

No está el Gobierno para presumir ni los españoles para sentir simpatía por un presidente que se carcajea de su adversario

Se DEL insulto a la carcajada con gesto de desprecio. Actitud impropia de cualquier ciudadano con un mínimo de educación sea cual sea su profesión, y desde luego impropia de cualquier político. Pero sorprende más, duele más, en todo un presidente de Gobierno.

Carecemos de un presidente que sepa salir de las situaciones incómodas con un mínimo inteligencia e ingenio. No hace falta ser Churchill para debilitar al adversario con una frase que, bien argumentada y con su punto de ironía, puede incluso provocar admiración al agredido. Hemos tenido en España grandes parlamentarios, algunos en los años iniciales de la Transición, pero hoy la pobreza dialéctica es seña de identidad. Y cuando esa pobreza parlamentaria el jefe de gobierno trata de ocultarla con una carcajada, solo los muy cafeteros, los muy sanchistas, los muy serviles, la jalean con aplausos que provocan vergüenza ajena, porque es incomprensible ese entusiasmo ante el comportamiento presidencial hacia el líder de la oposición.

Líder que debería reflexionar sobre cómo plantea sus debates con Sánchez. Excesivamente reiterativo en los argumentos, que suenan a dejá vu. Y que se dejó llevar por un punto de vanidad que no es propio de Núñez Feijóo, cuando le dijo al presidente que su próximo debate sería durante su investidura. La de Feijóo. Ese tipo de frases son más habituales en Sánchez que en Feijóo, y no añaden nada a su perfil de gestor y hombre de Estado.

Algo de lo que carece el presidente, no ve la viga en el ojo propio. Por ejemplo, le entusiasma espetarle a Feijóo que si gobierna estará condicionado por lo que le exija Vox. Primero, habrá que ver si Feijóo, en caso de que pueda gobernar, lo haga con Vox. Segundo, saber también si negociaría con Abascal la aprobación de leyes que son contrarias a los principios que defiende el PP, como ha hecho Sánchez con Podemos, los socios independentistas y Bildu. Es lo que faltaba al presidente, acusar a Feijóo de sus inexistentes pactos con Vox cuando el que tendría que dar explicaciones sobre pactos indeseados es Sánchez. El mismo día del debate con Feijóo pactaba con Bildu la desaparición de la Guardia Civil de Tráfico en Navarra, y para aprobar hoy los presupuestos ha hecho concesiones a los partidos que le apoyan que son inadecuadas en un hombre que debe velar por defender unas cuentas en las que no se le vaya la mano comprando los votos a espuertas.

No está el Gobierno como para presumir de logros. Y no están los españoles como para sentir simpatía hacia un presidente que plantea un debate en el Senado carcajeándose con gestos ostentosos de las palabras de su adversario.

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