Aunque el concepto de participación para el ciudadano del siglo XXI ya no se limite (afortunadamente) a votar cada cuatro años, no debemos olvidar que el voto es la primera palabra de un diálogo con nuestros representantes que debe ser fluido y constante a lo largo de su mandato. El voto es el hola, me gustaría conocerte, el estudias o trabajas de las películas. Cierto que la conversación posterior suele ser, en la mayoría de las ocasiones, decepcionante pero no por ello nos debemos quedar mudos, no por ello debemos dejar de intentarlo. Vota por ti. Por darte la oportunidad de continuar esa charla (háblale más alto, aféale su mala educación, si quieres) o por comenzar una nueva con otro interlocutor. Pero si no, si harto de gritar te quedaste sin voz, utiliza tu silencio y vota por ellos, que no pueden. Por el que se fue o por el que ha venido, como muchos migrantes en situación, incluso, regular. Por ti o por ellos. Vota. Habla.

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