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Vísperas de Navidad

En las navidades de los años cuarenta, en los puestos se vendía turrón, aunque había poco azúcar

La Navidad en Cádiz tenía una celebración modesta, pero celebración al fin y al cabo. Me estoy refiriendo a la de los años cuarenta y más concretamente a la de los años cuarenta y cuatro y siguientes. En ese año, yo cumplí nueve años y ya iba al colegio de San Felipe Neri, los marianistas, aunque no íbamos al de Puerta de Tierra, al que se acudía para cursar el tercer año de bachillerato. No se había perdido el recuerdo de la Guerra Civil, aunque en Cádiz era muy tenue, porque la ciudad no hubo más acciones violentas que los fusilamientos en los aledaños de la Plaza de Toros. Como mi padre, como marino de guerra, había vuelto y estaba de nuevo en casa solo teníamos constancia del conflicto, como algo lejano, salvo para aquellos que tenían un pariente cercano, muerto en la contienda.

En el tenis de Cádiz, cercano al parque Genovés y al hospital militar, recibimos con alegría a Pepe Diana, único empleado y que volvía de la guerra. La cantina estaba arrendada a Pepe Márquez, y los niños recoge bolas limitaban a esto su función. La primera manifestación navideña se tenía en la festividad de la Inmaculada Concepción. Se celebraba en el templo de San Felipe Neri, oficiado por tres sacerdotes con monaguillos que ayudaban a misa, vistiendo sotanas azul cielo con una esclavina del mismo color. A los monaguillos se les exigía que respondieran adecuadamente al sacerdote oficiante. No todos, y entre ellos yo, conocían las respuestas y el oficiante se veía obligado a responder adecuadamente para que su plegaría no quedara coja. En la casa de un almirante retirado se instalaba un magnifico Belen, que se visitaba.

Se montaba entonces la "feria del frío" con sus atracciones. Había un teatrillo que representaba episodios navideños y también el viaje desde El Puerto de Santa María a Cádiz de la abuela de "Batillo". Éste siempre tan cáustico en sus dichos. La función terminaba con un baile y entre uno y otro episodio, "Batillo" hacía de las suyas con aquel "¡abuela, abuela ojalá te mueras!" En los puestos vendían turrón aunque el azúcar en aquellos tiempos era escasa. El chocolate Matías Lopez no podía competir con los dulces y chocolate que traían de Gibraltar parientes y allegados.

Cuando leo lo que he escrito pienso lo que pensarán muchos lectores: que era una celebración modesta, pero era lo que había y llego a la conclusión de que esta basta para conmemorar la Navidad y sentir alegría por el nacimiento del Niño Dios.

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