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Ucronía

Del sacrificio de Ucrania podemos sacar lecciones del pasado y enseñanzas vitales para el futuro

Había escrito mi artículo sobre Ucrania lamentando lo poco que sé de política internacional. No podía estar al borde la actualidad, asomándome al abismo. Hubiese querido ofrecerles a ustedes no sólo un juicio inteligente sobre la situación actual, sino también perspicaz y que aportase soluciones brillantes, rápidas y prácticas. De todas las fotos que van llegando de la guerra, decía, la que más me vale es la de unos niños ucranianos que mostraban los rosarios con los que rezaban por su país. Me recuerda lo que yo sí puedo hacer de práctico, rápido y brillante: rezar.

La mañana de ayer, para más inri ucrónico, en vez de un artículo de actualidad publiqué una serie de aforismos literarios y atemporales en Vozpópuli. Sin embargo, al leer uno de ellos, me di cuenta de que podría traerse a la situación: "Nónofo era el hermano gemelo de Sísifo; pero se sumió en el olvido porque siempre se negó a cargar con su propia piedra".

Quizá ustedes de un primer vistazo no lo vean, como yo tampoco lo vi. Luego oí unas antiguas declaraciones de Donald Trump, ese presidente norteamericano tan acusado de violento bajo cuyo mandato no hubo ni una sola guerra, y me ayudó a entenderlo. Afeaba Trump a toda Europa: 1) su abrumadora dependencia energética de Rusia; 2) el dinero que eso conlleva para Rusia y que sirve a Putin para financiarse; 3) su exigencia de que sea Estados Unidos quien les defienda y 4) su irrisoria inversión en Defensa. Por mi cuenta, sumo al paquete de reproches la sistemática auto-desmoralización de la población en los países europeos.

O sea, que Europa ha estado haciendo el Nónofo. Se ha negado a cargar con su piedra y ahora está debajo de ella, sin margen de actuación. La conclusión no es ni original ni actual, pero necesitamos repetirla para a ver si, al menos, somos capaces de aplicarnos el cuento o el mito de Sísifo.

En este mundo complejo necesitamos sostener nuestra soberanía sobre cuatro patas sólidas: la independencia energética -que implica la nuclear-, la urgente reindustrialización, el sostenimiento de una Fuerzas Armadas que lo sean, fuerzas y armadas; y, por último, lo primero: un rearme moral de sentido del patriotismo y, más que nada, de la realidad. Que la terrible soledad en la que el mundo está dejando a Ucrania y su sacrificio nos sirvan de advertencia. En este momento, hay que mirar al pasado (lo que no se hizo) y al futuro (lo que hay que hacer).

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