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Papel de oficio

Luis Suárez Ávila

Traumas

CÓMO me las maravillaría yo para poder demostrar las vejaciones que he sufrido, ante don José Antonio (el nombre es ya sospechoso de adhesiones inquebrantables) Griñan, que, por aquello de raspar voto, ha ofrecido 1.800 euros del ala a quienes hayan padecido vejaciones durante el franquismo. Por lo pronto, ya ha salido una venerable anciana, a la que, con todos mis respetos, beso la mano, que dice que, hace setenta años, fue pelada a rape y le dieron aceite de ricino. Pues, señora, comparto su sentimiento. Yo mismo, también, he pasado lo mío. En mi infancia, en el colegio, me daban feroces golpes con una regla; el director me cogía en peso por las patillas; luego, el Hermano Prefecto del Colegio de los Maristas de Bonanza me hacía poner los dedos de una mano unidos y me daba, en las yemas, con la dolorosa claqueta; a veces, me castigaba a estar de rodillas y con los brazos en cruz; durante dos horas; mi madre nos daba, a mis hermanos y a mí, a la fuerza, todos los años, purgante de aceite de ricino y Depurativo Richelet, que estaban vomitivos y, una vez al mes, el asqueroso Aceite de Hígado de Bacalao. Para colmo, al cabo del tiempo, en pleno franquismo, el maestro barbero del Cuartel de Marinería de San Fernando, nada más llegar yo, obligado y sin pedirme explicaciones, me puso la maquinilla de pelar en la nuca y la sacó por mi frente, dejándome la cabeza monda y lironda. ¿Dios mío, cómo podría demostrar que todo eso me ocurrió y que, además, ocurrió en época de Franco? Pues, la verdad, es que no me atrevo, por no señalarme, ni siquiera a echar mano de mis compañeros de colegio, ni de mis hermanos, ni de mis compañeros de mili, como testigos. Yo prefiero sufrirlo en silencio, como se sufren las almorranas. Me da pudor tener que contar todo eso, por 1.800 euros, y que me compren el voto. Me da hasta miedo. Sin embargo, me aclaran que lo que ha inventado Griñán para compensación de las vejaciones sufridas en el franquismo es solamente para los vencidos en la Guerra. Y yo no soy ni vencido ni vencedor. Yo, en la Guerra , ni siquiera había nacido. Pero, a pesar de ello, abogo porque lo mío se estudie y se considere, que a nadie le amarga un dulce; que lo mío ocurrió en época tan falta de libertades y derechos como la posguerra y la oprobiosa dictadura. ¿Nadie me va a compensar de los traumas que me han quedado?

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