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Tiempo de leer

En verano nuestros hijos tienen más tiempo para leer, pero ¿lo aprovecharán? ¿Y nosotros?

A LA tercera o cuarta me he enterado, por fin. Me invitan con frecuencia a hablar de la lectura, y yo suelo hacer, sesudo, una glosa de mis pensamientos favoritos. Por supuesto, el de Marcel Proust: "Únicamente la lectura y la sabiduría proporcionan los buenos modales de la inteligencia". Luego, corriendo, antes de que me acusen de snob y de formalista, me acojo a sagrado con la cita del cardenal Ratzinger, que dice lo mismo, pero más hondo: "Nuestra vida espiritual depende por completo del lenguaje". Me lanzo a desmenuzar por qué la literatura es el cofre del tesoro del cuidado por el lenguaje y, en especial, la poesía.

Pero en el turno de preguntas, la verdad asoma. La gente la teoría se la sabe. Si han acudido a la charla es justo porque ya valoran muchísimo el hecho de leer. El problema es práctico. ¿Cómo fomentar la afición a la lectura; especialmente, en nuestros hijos?

Creo que a la próxima oportunidad que me den, si me la dan, empezaré por el final. Aquí van cinco trucos para apasionarse con la lectura, ahora que el verano nos ofrece una enésima oportunidad.

1) Que la lectura no sea lo principal, sino lo instrumental. Leer por leer no entusiasma a casi nadie, y menos en la era de las pantallas. Hay que arrancar leyendo libros porque tratan los temas que ya nos apasionaban. Cada vez que alguien me pregunta qué leer, le pregunto qué le gusta. Hay que escoger libros que vengan con la batalla de la atención ganada de antemano. 2) El tiempo y el espacio: leer los requiere. No podemos quejarnos de que nadie lee en casa si no hay ratos de silencio en algún cuarto en común. 3) Y todo lo contrario: los libros se han escrito para ser comentados, recontados, discutidos, sopesados. Los que leen se interrumpen sin parar. Si quieres que tus hijos lean, deja que no te dejen leer con sus comentarios. (Este requisito es el más duro.)

4) Los libros hablan también entre ellos. Cuando un joven lector, oye esa conversación, ya entra para siempre en la tertulia que arrancó en los diálogos socráticos y aún sigue. Un libro responde a otro, un autor te lleva a sus otros libros y, luego, a los autores que le gustan, y así. Una vez que uno se ve admitido a ese club, nadie renuncia a esa compañía. Y 5) los libros son vitaminas de vida biográfica, como decía Julián Marías. Se lee para vivir más y mejor. Una vez que se ha experimentado ese suplemento vitamínico, nadie renuncia a la energía.

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