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Termópilas

La demagogia tiene una onda expansiva inversa: es devastadora en sus consecuencias

Aunque el 'Brexit' nos ha dejado groguis, el posfeminismo nos desconcierta y el coronavirus nos aterra, no deberíamos olvidar que las Termópilas de nuestro tiempo están donde antes: en Grecia. Se está produciendo un intento de invasión de supuestos refugiados, jaleados y empujados por Turquía. Seguimos siendo europeos y el intento de saltarse a la torera o a la turca nuestras fronteras, aunque sean en nuestro extremo oriente reviste una inmensa gravedad para los países miembros. Desde fuera, sigue viéndosenos como una unidad política (que lo somos) y nuestras fronteras son las de cualquier país de la UE.

Estando el mundo como está, Europa no puede acoger a todos los inmigrantes que desearían instalarse aquí. Es una mera cuestión de espacio, poblaciones y economía. Interesa, por tanto, que nuestras fronteras funcionen bien para poder regular los flujos de emigrantes. Si se transmite al mundo la imagen de unas fronteras fácilmente permeables, la suerte de Europa estará echada. Será como el bote salvavidas que se hunde para todos por acoger de golpe a muchos más de los bastantes que sí podría sostener.

Lo cual, siendo gravísimo, no es todo. Porque no estamos ante un intento más de pasar las fronteras. Aquí está Turquía usando la crisis de la emigración para vulnerar con una especie de Marcha Verde la soberanía de los países europeos. Erdogan ha decidido que va a forzar que Europa se involucre en sus conflictos o, como mínimo, en el peor de los casos, va a seguir sacándole dineros a la vieja y blanda Europa.

Ya sea un simple chantaje o una complicada estrategia geopolítica, Europa no se puede permitir ceder, porque eso siempre es el principio de una sucesión acelerada de cesiones. La única ventaja es que, como no hay margen ni político ni económico ni jurídico para ceder en una cosa ni en otra, Europa no debería tener grandes complicaciones teóricas. Ha de aguantar. No hay más vueltas que dar. Ahora es la lucha por todo, que no se dijo en Las Termópilas, sino en Salamina, pero viene a ser lo mismo.

Le ha tocado a Grecia defender a Europa una vez más, y Europa tiene que ser leal a sus esfuerzos. No vale ni mirar para otro lado ni poner cara de asco ni hacer demagogia a cientos de miles de kilómetros (que tiene un efecto devastador sobre el terreno, onda expansiva inversa). Hay que ser consciente de lo que se está jugando en una frontera que es la nuestra, y apoyarles.

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