¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Surfeando la ola reaccionaria

Con las elecciones de julio no habrá paz para los veraneantes. Sánchez ha ensuciado el paraíso

HABÍA un dicho muy común en la Brigada Político Social -el siniestro cuerpo policial destinado a la represión del antifranquismo, tanto el democrático como el que no-: “La subversión también veranea”. Se quería decir que en los meses de julio y agosto se registraba poca actividad política clandestina, porque los militantes -muchos de ellos pertenecientes a clases acomodadas- partían para las playas, fincas o pueblos familiares. Los periodistas viejos, por su parte, siempre recomendaban trabajar en agosto: “Hay pocas noticias, los becarios ya están enseñados y la oferta nocturna es amplia”. Trabajando o no, el verano y el veraneo siempre han sido para el español moderno el último rescoldo del paraíso perdido, una radiación de fondo que nos recuerda de esa “dichosa edad” en la que, según nos enseñó nuestro señor don Quijote, las “robustas encinas” nos convidan, sin apenas esfuerzo, a “su dulce y sazonado fruto”. Oh tempora, etcétera.

Es el verano ese tiempo dilatado, cálido y utópico donde disfrutamos de nuestros cuerpos maltrechos como ninfas del bosque, comemos melones y cochinillos como Heliogábalos, bebemos los vinos del país como cosacos, dormimos como morfeos bajo la escasa arboleda de la zahurda de Gerión, chapoteamos como tritones y sirenas en los regatos y algaidas de Iberia... Lo mínimo que merece un ciudadano español es que se le respeten estos días sagrados, que diría Garmendia.

Pedro Sánchez, por un mero interés político personal y partidario, ha decidido volar nuestro veraneo. Julio los pasaremos -trabajando o no- en medio de una espiral de microtensiones políticas (nos vamos a reír del “ruido” de las municipales), y agosto entre los dimes y diretes de la formación del Gobierno. Las largas sobremesas de las cenas estivales, que habitualmente versan de antiguas anécdotas familiares u otras encantadoras banalidades, se llenarán de análisis políticos de garrafa y de discordia partidista. No habrá paz para los veraneantes. Sánchez ha ensuciado el paraíso.

Solo nos queda, por tanto, tomarlo con calma, preparar la tabla hawaiana, soltarnos la melena y cabalgar esa “ola reaccionaria” que profetiza Sánchez que viene. Y, una vez colocados en el lomo del tsunami, mirar al futuro con confianza, obviando el miedo al que el presidente y sus guionistas nos animan.

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