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Cambio de sentido

Retirar la mirada

El cacareado “derecho a defenderse” no es esto, ni tampoco el conflicto arranca con el atentado de Hamas

Calla, no quiero saberlo, que soy muy sensible”. “Hace tiempo que he decidido, por salud mental, no querer enterarme de nada, bastante tengo con lo mío”. “Escucho ‘Gaza’ y cambio de canal”. Esta es la reacción de cada vez más personas (el Covid disparó este tipo de barreras psicológicas) que han optado por retirar la mirada ante la imagen de 37 recién nacidos en el hospital de Shifa que, sin incubadora, se van quedando literalmente tiesos sobre una camita. Son muchas más las imágenes y testimonios que –a pesar de que los periodistas están siendo blanco seguro de los disparos e insidias israelíes (consulten el número de periodistas abatidos, de medios de comunicación destruidos y las declaraciones desde Reporteros sin Fronteras a The New York Times)– llegan a nuestras pantallas e, instantáneamente, retiramos la mirada ante el primer atisbo de que se nos va a encoger el estómago. No quiero imaginar qué sería ahora el mundo si, ante el Holocausto de los nazis, la Gran Purga de Stalin o la invasión de Ucrania, la opinión pública mundial hubiera mirado hacia otro lado y mostrado la terrible tibieza que hoy muestra –con buena parte de sus representantes políticos a la cabeza– ante lo que está haciendo, calculada y conscientemente, el gobierno de Israel. El cacareado “derecho a defenderse” no es esto. Tampoco el conflicto arranca en el atroz ataque terrorista del pasado 8 de octubre, que condeno con contundencia vez tras vez. Hay que retroceder, siguiendo el reguero de sangre, a los albores de la ocupación, del éxodo palestino y las sucesivas guerras, no para justificar lo que está pasando sino para exigir una paz que no vuelva a ser una puñetera guerra siempre a punto de estallar. Esto será imposible sin la implicación de la Comunidad Internacional, ni sin que alguien le diga alto y claro a Netanyahu que ya está bien. “¿De qué sirve la ONU?”, pregunta el Alto Comisionado en Nueva York, en su carta de renuncia, en la que dice que esto es un “genocidio de manual”.

“Como no puedo hacer nada, prefiero ignorar que cada día caen muertos o heridos en Gaza –según Unicef– 420 niños”. Puedo entender, e incluso compartir, la distancia en el juego de polarización que se gastan los medios en asuntos nacionales, pero no puedo cerrar los ojos y bajar la cabeza ante el ataque de Israel a hogares, escuelas, iglesias, mezquitas y hospitales, incumpliendo toda convención internacional, masacrando a la población civil. La angustia y el dolor nos haga abrir los ojos.

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