Recreación, restauración, resurrección

Una recreación sería peor que el incendio, pero, mejor aún que la restauración, sería una resurrección

Otro peligro se cierne sobre Notre Dame. Se habla de un concurso de ideas (vade retro!) entre arquitectos e incluso se va más allá y se sugiere que se podría aprovechar la ocasión para que la aguja se adapte "a nuestro tiempo" (vade retro!) y recree la catedral como "un espacio laico, transparente, inclusivo y ecológico". No hemos terminado de celebrar que ha sobrevivido al incendio y ya estamos temblando.

Para construir o crear hace falta fe, o religiosa (preferiblemente, sobre todo si trata de un templo) o cualquier otra. No se puede construir nada que no salga de dentro. Por eso, no puede extrañarnos que la Francia laica quiera arrimar el ascua (con perdón) a su doctrina.

Eso pondría en peligro algo más fundamental que la estructura del templo: sus cimientos. Una catedral dedicada a Nuestra Señora no puede transformarse en un espacio cívico, en un homenaje a la postmodernidad o en un símbolo multicultural sin perder, por el camino, su alma. Que es mucho perder, tratándose de Notre Dame.

Lo más seguro sería una restauración meticulosa, centímetro a centímetro, aprovechando la enorme cantidad de reproducciones en todos los formatos que hay. Aunque, animados por el día que celebramos, yo preferiría una resurrección. Esto es, una reconstrucción en perfecta consonancia con el alma eterna de la catedral, pero capaz de sacar su cuerpo glorioso, transfigurado, más idéntico a sí mismo que antes.

Se convertiría así en un símbolo perfecto de la Cristiandad y de Francia. Cada vez que oigo decir que el cristianismo y las naciones y las culturas cristianas han muerto, me lleno de esperanza, porque lo propio del cristiano es resucitar enseguida. Cristo nos abrió el camino y los cristianos hemos de ser, literalmente, sus seguidores. Si Notre Dame rompiese con nuestros más negros presagios y se alzase a la luz de Francia devuelta a la vida, ella misma, mejor, sería una señal extraordinaria.

Hemos de estar muy vigilantes, especialmente los católicos franceses, y nosotros con nuestro apoyo. Las tentaciones van a ser inmensas para los políticos. Habría que dejarse de concursos, que los carga el diablo, y encargar el proyecto a quien vaya a entender el sacramental que lleva entre manos. Finalmente, se tendría que crear, como cuando rezaron en la noche del incendio el Ave María, un ambiente de oración y belleza popular que, igual que en los viejos siglos, arropase la reconstrucción.

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