Recordatorio

Se han cumplido veinte años de la entrega en el Parlamento Europeo del Premio Sájarov a Basta Ya

En las dos últimas décadas han sido escasos los acontecimientos políticos dignos de recordar. Y, aún peor en estos años más recientes, en los que la vida pública española se ha encerrado, ensimismada, con solo dos o tres juguetes como distracción, presa de una nueva enfermedad: el infantilismo. Un malestar que obliga a estar pendientes, sin remisión, de las ocurrencias perversas de unas criaturitas que se resisten a madurar. Tal como contó William Golding en su célebre novela El señor de las moscas (Alianza), todavía de recomendable relectura. Pero, de todos modos, si se mira hacia atrás con atención, se descubre cuando menos una estrella: se han cumplido veinte años de la entrega en el Parlamento Europeo del Premio Sájarov a Basta Ya, aquel minúsculo grupo de intelectuales vascos -Maite Pagazaurtundua, Fernando Savater, Joseba Pagaza, José María Calleja, José María Mendiluce, entre otros- que, enarbolando esa llamativa expresión, se propuso que callasen de una vez las ensangrentadas armas de ETA y los aplausos entusiastas de sus seguidores. La demanda social de aquel gesto valiente era tanta que, a pesar de los modestos medios iniciales, su iniciativa cuajó y hoy cuando menos aquellas manos ya no matan. Rememorarlo, por tanto, debería ser de obligación moral cuando menos para los demócratas que no han pactado, más tarde, con los cómplices de los asesinos. Pero aún hay otro motivo más para recordar aquella valerosa actitud de los componentes de un grupo que no solo aceptó enfrentarse a evidentes riesgos mayores, también confió en las posibilidades movilizadoras ofrecidas por una simple plataforma de intelectuales. Una frágil plataforma, compuesta sobre todo de principios éticos y buena voluntad y con muy pocos nombres detrás. A pesar de esa debilidad inicial, salieron adelante, despertaron otras conciencias, y derrotaron a los matones. Por tanto, es un doble recuerdo el que conviene en estos días recuperar: el reconocimiento a los miembros de Basta Ya por una entrega, audacia y firmeza, que ha beneficiado y salvado a muchos españoles. Pero, además, hay otra lección que no debe olvidarse: cuando la vida política institucional se encierra en un infantilismo oportunista, pendiente solo de su supervivencia, es posible recurrir, crear, al margen de las opciones políticas de los partidos, una plataforma, en sus comienzos frágil, pero desde la que puede movilizarse a una sociedad civil que permanece callada y anestesiada. Ese fue el gran ejemplo de Basta Ya. Por eso conviene conmemorarlo.

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