Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
DE aquí a nada, mi votante lector, tenemos de nuevo otras elecciones. Las de esta vez -digo y dicen- son muy especiales. Distintas a las otras pasadas y con más sangre y mala leche que nunca vimos. Ahora padecemos la actual campaña y parece mentira, aunque lo es -a lo que están y nos han acostumbrado-, lo que se oye por parte de los que llevan treinta años como dueños cortijeros y señoritos de la pana. Todo puro cinismo. Término y concepto llevado a su más exacta definición y contenido a día de hoy: desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables. No obstante, echando un vistazo a la pasada historia, el cinismo es una de las manifestaciones más radicales de la filosofía. El término cínico es uno de esos vocablos que han ido perdiendo su significado original y transformándose en otro distinto al que tuvo en sus orígenes. Tanto es así que hay algunas propuestas para usar los términos griegos "quínico" o "kínico", con el fin de diferenciar claramente el significado de cínico en su sentido original del que se usa hoy, es decir, diferenciar este concepto en sentido filosófico de su sentido popular. Pero, en definitiva, el fin sigue siendo el mismo, pues, no en el anterior mundo clásico cuyas manifestaciones de los cínicos no eran ya bien acogidas, sino que en el de hoy tampoco, puesto que en la actualidad es poco más que un insulto. Y esto es lo que hay, mi reflexivo lector, puro cinismo y obscenidad descarada, desfachatez e hipocresía y hasta grosera procacidad en esas manifestaciones mitineras y desbordantes que gritan y vociferan como último aliento del enfermo ya predestinado.
Y decía que estas próximas elecciones son de órdago, nos jugamos cambiar de una vez o seguir tal como estamos. Que nos gobiernen honradamente o nos sigan mintiendo y robando. Tanto tiempo mi lector, que esta maltratada Andalucía no ha conocido en democracia nada más que "chavistas" y "griñanes" -zapateros de postín- de dosis cínicas de alto voltaje, o de tantos otros que le siguen la senda de la mentira y el descaro, o, lo peor, aquellos que se lo creen y que ante la amenaza de que viene la "derechona" -con todos esos argumentos anacrónicos y legañosos que se inventan-, asustan al que a hurtadillas tiene algo que guardar y defender. Puro cinismo y cartilla aprendida para recitar en entrevistas al uso o en oficio de opinantes, asomándose a este Diario para contar sandeces, con verborreas rancias y caducas, cargadas de conceptos decimonónicos y tan lejanos. Y así nos va y podrá seguir de esta manera, mi decidido lector.
Así, si se diera la desgracia de aguantar a estos pérfidos roedores otros cuatro y amargos años más, este escribidor de la cosa haría como aquel destacado filósofo griego de la doctrina cínica ateniense, Diógenes de Sinope, que vivía dentro de una tinaja, mientras que de día se paseaba por las calles con una lámpara encendida diciendo que "buscaba hombres honestos". Que Dios no lo quiera y ahoguemos de una vez la herencia de un Zapatero que ha hecho tantos estragos aquí y en el más allá. Oremos.
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