Una sociedad no suele ser tan de centro como alardea. Cosa lógica: si los extremos se tocan (suelen decir), si los extremos se funden, ¿cómo se puede saber que estamos viendo límites acercándose? Imposible. No existe, mire dónde mire el centrista siempre ve extremos. Parece más bien una cuestión de voluntad o un ansia, y se puede desear incluso ser inmortal.

Distinta es la moderación o la tolerancia. Ser marxista canónico o radical liberal no tiene por qué implicar imponer, incumplir las leyes o anteponer ideas al daño posible causado por ellas. La aparente inocencia del centro tensa el discurso cuando acusa de radicalismo o bobería ideológica a todo quien no piense como ellos.

La violación masiva de alemanas por rusos y norteamericanos no resta un ápice de culpa y crueldad a los crímenes cometidos in illo tempore. Normalizar hoy los chantajes económicos de origen ruso sin una reacción unánime internacional, hablo de la OPEP, es como obviar nuestras responsabilidades; armamos a Ucrania para reconquistar su territorio sin mirar el precio en carne que pueda esto suponer...

Que esto sea la única opción es pasar por encima de las vidas de ucranianos y rusos en favor del mantenimiento del comercio y sus beneficios, y para mí esto es un crimen de lesa Humanidad, hágalo Agamenón o su porquero. Radicalizar el discurso precisamente es pensar que esta posición crítica detrae fuerza contra Putin o al necesario apoyo a los invadidos y al cumplimiento de las leyes de guerra en los dos países, que parecen haber sido diseñadas para no ser cumplidas.

Un conmigo o contra mí nos hace perder perspectiva: no ridiculicemos ninguna propuesta de paz, nadie dice ganar una guerra bombardeando con peluches. Lo que está en juego es probar todos los caminos en los que el número de víctimas de un lado y otro se minimice, tantear las formas de parar una escalada que tiene la lógica del dinero, no la de la razón.

No es humana la unanimidad de acusar como "progres estúpidos" a los buscadores de rincones para la paz, para sostener sólo el nivel de beneficios y el mercado, ¡siendo Rusia y la oligarquía putiniana los beneficiarios y los que imponen condiciones!

La aparente imposibilidad de organizar una entente internacional que se sobreponga a la crisis tanteando otros mercados, pidiendo treguas, paces o lo que haga falta para distraer esta trituradora de carne es un horror. Discrepo elegantemente; ¡es el Humanismo!, idiota, nombres con los que se le llena su boca culta pero que, cuando se pide que piense como ellos, resucita a Napoleón o Stalin, grandes hombres de paz.

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