Pendientes de un libro

Houellebecq se ha enfrentado a las grandes cuestiones del momento provisto de sólidas ideas y destructiva ironía

En efecto, puede sorprender que, en estos días, haya todo un país pendiente de un libro. No se trata de España, claro, donde tal cosa sería inconcebible. Sucede en Francia, en la que miles de lectores aguardan el acontecimiento del año, la publicación, este 7 de enero, de Anéantir, la nueva novela de Michel Houellebecq. Un autor que ha hecho todo lo posible para ser odiado, y detestado, fustigando a los franceses, desde que en 1998 apareció su primera obra narrativa, Las partículas elementales, hasta Serotonina (Anagrama), su penúltima novela, editada en 2019. Es un fenómeno característico de aquel país: el enfant terrible, que reaparece, cada cincuenta años, desde hace siglos, mostrándose de manera deliberada despectivo ante el éxito, cínico, megalómano y desafiante. No se exhibe fácilmente en los medios, pero cuando lo hace es para incomodar. Sin embargo, sus obras literarias suponen mucho más que una provocación: se han convertido en las novelas que los franceses -y los europeos- necesitan para deshacerse de las convenciones balsámicas del pensamiento correcto. Novelas en las que Houellebecq se ha enfrentado a las grandes cuestiones del momento, provisto de sólidas ideas, expuestas con destructiva ironía. Aún no se sabe lo que esta nueva novela, del 2022, aportará, pero la expectación desborda prensa y librerías. Tal como si los lectores aguardaran el malicioso diagnóstico de Anéantir para conocer los nuevos derroteros de la política, la sociedad e incluso de la lengua francesa. Un escritor maldito, pues, acostumbrado en cada obra a romper tabúes, irritar y vaticinar el apocalipsis. Sin embargo, Francia lo ha convertido en su profeta literario, gracias a la habitual capacidad francesa para integrar sus propias excepciones culturales. Y también ha sabido exportarlo, dando una ejemplar lección a los escritores para los cuales éxito y ventas solo se consiguen acomodándose al gusto y moda imperante. Una lección que en España debería ser tenida en cuenta, donde tanto novelista solo mira hacia el pasado (las socorridas novelas históricas) porque observar críticamente lo presente es más complicado, dado que puede irritar a ciertos lectores. Todo lo contrario de lo hecho por Houellebecq, en Anéantir, que ha utilizado al actual ministro de Economía, Bruno Le Maire, como uno de sus personajes. Imagínense lo que un buen novelista español podría mostrar si se adentrase por los oscuros pasillos de la Moncloa.

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