Recuerdan cuando, hace unas semanas, volvió a asomar la patita el viejo tema del sur de Europa dilapidador, veleta y (en fin) papista? Pues mi mente (veleta y dilapidadora, a falta de lo otro) voló hacia la Navidad holandesa, donde los regalos a los niños los reparte San Nicolás (proto Papá Noel) y las collejas las reparte Pedro el Negro, su fiel acompañante. Pedro el Negro no es más que la adaptación de otra figura común en el solsticio invernal del centro de Europa: el muy caprino Krampus (San Nicolás y Pedro el Negro protagonizan espacios por sí mismos en el kitsch navideño gay, como hacen bien en suponer). En la imaginería protestante de la época, vinculada hasta el tuétano con el sentimiento nacionalista (ooops), Pedro el Negro tenía ese color de piel porque venía, evidentemente, de España, adonde se llevaba a los niños que se portaban mal. Ya ven, quien ha sido símil de tierra oscura, lo sigue siendo siempre.

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