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Na es eterno

Sería interesante que todas las calles ofrecieran a los vecinos todos los nombres que han tenido en la historia

Na es eterno se titula una de las bulerías más espectaculares que grabó José Monje Cruz. Seguro que Kichi la ha oído muchas veces, tiene el soniquete dentro de la voluntad de cumplirlo y obedecerlo, que na es eterno, ni él mismo lo es, seguro que no lo ha olvidado.

Y como no lo será, una de las cosas que primero verá cuando salga de la alcaldía de Cádiz puede que sea la restitución del retrato del Rey Felipe VI en la presidencia del despacho del alcalde de Cádiz. Y la vuelta del de Salvochea a donde puede que estuviera. ¿Ocurrirá con el nombre del Estadio Ramón de Carranza? ¿Con el del Teatro José María Pemán? El empeño en convertir lo eterno en temporal no es exclusivo de la izquierda populista, lo fue siempre en España.

Cuando la guerra civil, había soldados con una escalera, un cincel y un martillo para borrar del callejero los nombres de la República, que habían sustituido a los del tiempo de la Monarquía. Un poco como los talibanes de Afganistán y los budas, ¿recuerdan? Sería de verdad interesante que todas las calles ofrecieran a los vecinos todos los nombres que han tenido en la historia. Cristos, Vírgenes y santos, militares y civiles, y grandes palabras como República, Constitución, Libertad, qué sé yo, formarían el paradigma de lo que no es eterno, no lo es.

El nombre de un pueblo vecino -Calle Villaluenga del Rosario- dura más que el de un militar glorioso, o una batalla perdida. O ganada. Pero a los desnombrados, qué les importa. En la mayoría de los casos tomaron sus nombres sin su autorización, cuando ya habían muerto, precisamente por eso muertos son desposeídos. Media sólo la voluntad del que tiene el poder de quitar o poner un nombre de una calle, una lápida de una fachada, una estatua de una plaza. O el cadáver de una sepultura.

En la historia del papado católico alguna historia para no dormir hay de lo que estamos hablando. Es por eso mismo por lo que se buscan los modos de que un nombre sea borrado de la Enciclopedia Soviética o de un templo egipcio, los hubo en varias dinastías. O en la maravillosa Petra. Es lo que hay, como una lucha por permanecer o desparecer, en donde la permanencia es una forma de esencia, mas nunca está el objeto de lo que se litiga. O sea, Kichi puede quitar el nombre de Ramón de Carranza del Estadio, y el nombre de Pemán del Teatro del Parque, pero no podrá contra el tiempo en que fueron, se trata de una victoria mezquina sobre el tiempo, na eterna.

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