Madre del Amor Hermoso

Los portavoces oficiosos del feminismo y de los homosexuales hacen un flaco favor a sus causas

Esta preciosa jaculatoria exclama –no sé si con mucha devoción– Yolanda Díaz ante la posibilidad de “una reunión de un montón de chicos”. En el vídeo –véanlo–, Jorge Javier Vázquez había dicho antes: “No hay nada más aburrido que una reunión de tíos heterosexuales”, a lo que la vicepresidente de todos (¿?) los españoles había remachado: “Es que eso es tristísimo”.

Tristísimo o no, me pregunto cómo lo saben. Si él o ella están en la reunión, deja de serlo de tíos heterosexuales. Los físicos cuánticos tienen esto bastante estudiado y los sociólogos lo llaman “la paradoja del observador”. Jane Austen se marca la genialidad de no reproducir en ninguna de sus seis novelas ni una sola conversación de caballeros solos porque qué sabía ella. Hay que quitarse el sombrero.

En cambio, con Yolanda hay que ponerse el casco de seguridad. Dicen chorradicas de segunda categoría, pero ella es la segunda de un Gobierno que se ha especializado en legislarnos por razón de sexo o de tendencia. Poca broma ahí. Han institucionalizado la discriminación. ¿Qué es sólo una conversación informal? Ya. Imaginen una conversación idéntica a ésa, pero donde se criticase, ji, ji, una reunión de tías o, ji, ji, de tíos homosexuales. El escándalo sería inmenso. En esta charleta celebran todos muchísimo que los jóvenes ahora se pintan las uñas, lo que parece ser que les rebaja la herética heterosexualidad. “Menos mal”, suspira Díaz, diz que defensora de la diversidad y la libre determinación sexual, pero no para no pintarse las uñas, que es más mal.

La explicación de todo el problema, según Jorge Javier, radica en que a los tíos heterosexuales “nos crían para la épica”. Menos mal, suspiro yo ahora, porque aguantar tanto abuso verbal y tanto maltrato legal empieza a ser épico. Y la razón de que seamos tan aburridos es, por lo visto, que pensamos que “hemos nacido para hacer cosas increíbles” y que la mayoría no llegamos. En mi caso, tanto lo uno como lo otro son verdad, como en el de don Quijote.

Aunque yo apostillaría que mi mujer y mi hija, mi madre y mis abuelas también nacieron para hacer cosas grandes, llegasen (a menudo) o no (a veces), que eso es lo de menos. Desde luego, para lo que yo no he nacido es para echar la tarde mano sobre mano rajando de las chicas ni de los homosexuales, que no se merecen, ni las unas ni los otros, los representantes y portavoces que les han salido, Madre del Amor Hermoso.

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