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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Indiana Jones y los fabulosos 70

Iremos a ver a Harrison Ford colgar el látigo de Indiana Jones recordando el 81, el año del fin de los fabulosos 70

Llega Indiana Jones a las carteleras 42 años después de la primera entrega y se le pone a uno, cosas de la edad, cuerpo de los fabulosos años 70, la década en la que Hollywood, tras el hundimiento de los estudios, parecía renacer fundiendo lo clásico y lo moderno. Cada año estallaban unas cuantas bombas que marcaban el nacimiento de un talento, la reformulación de un género, la fusión entre el cine clásico y el moderno, el redescubrimiento del placer ya no culpable del disfrute del cine por el cine –sin tesis– que retrotraía a los clásicos que desde la década anterior descubrimos gracias sus pases por televisión.

Cada año una caricia o un descubrimiento. Por referirme solo al Hollywood de los moteros tranquilos y los toros salvajes, como llamó Peter Biskind a su famoso estudio sobre los 70, que yo tomo en un sentido comercialmente más amplio, tras el prólogo del 69 con Midnight Cowboy, Easy Rider, Dos hombres y un destino, Grupo salvaje o Toma el dinero y corre, en 1970 llegaron Monte Walsh, La balada de Cable Hogue y MASH; en 1971, La última película, El violinista en el tejado, The French Connection y La naranja mecánica; en 1972, Sueños de un seductor, Cabaret y El padrino; en 1973, El exorcista, El golpe, Luna de papel,Serpico, Pat Garret y Billy the Kid y Tal como éramos; en 1974 , El padrino II, Chinatown, El jovencito Frankenstein y La conversación; en 1975, Tiburón y Barry Lyndon; en 1976, Taxi Driver, El fuera de la ley y Robin y Marian; en 1977, Annie Hall y La guerra de las galaxias; en 1978, Días del cielo, El cazador y Superman; en 1979, Alien, Apocalypse Now y Manhattan; en 1980, El resplandor,El hombre elefante y Toro salvaje. Y en 1981, además de En busca del Arca perdida, llegó Corazonada de Coppola, el maravilloso fracaso que simboliza el epílogo de aquel nuevo Hollywood. La realidad truncó los sueños de la fusión entre el poder de los grandes estudios y la libertad de los nuevos talentos que simbolizó, como lugar físico al viejo estilo, el estudio Zoetrope de Coppola entre 1977 y 1984, cuando el costoso e inmerecido fracaso de Corazonada le obligó a venderlo.

Quienes vivimos aquella década prodigiosa iremos a ver a Harrison Ford colgar el látigo de Indiana Jones recordando cuando lo cogió en el 81, el año del fin de los fabulosos 70.

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