El salón de los espejos
Stella Benot
La Transición andaluza
ES todo un acontecimiento pasear por algunas calles de El Puerto en estas fechas. Se ahonda la primavera y con ella, querámosla o no, dos cuestiones que la acompañan y lo harán siempre. La Semana Santa y el olor a incienso y azahar, se cuelan en nuestras vidas cada primavera, y de esta manera unos por convicción y otros por naturaleza disfrutamos de esta incomparable estación del año.
Los naranjos que se alzan en las aceras de calles tan portuenses como Larga o Fernán Caballero, aportan sin duda a nuestra ciudad ese barniz mítico del sur que nos envuelve y nos hace inconfundibles. Los cítricos acompañan a los unos y a los otros. A los que creen y la viven con verdadero sentido y a los que pasan de la espiritualidad que encierra la Semana de Pasión. Transportan, eso sí, ese aroma a azahar que a unos y a otros, a todos, nos mantiene expectantes ante los desfiles procesionales.
Incienso, azahar y Semana Santa trajeron consigo y de nuevo a nuestras calles, un acercamiento en lo humano. Saludamos a vecinos de puerta a los que no vemos desde hacía tiempo, y compartimos acera con olor a incienso y a cera derretida. Y vimos pasar junto a nosotros a penitentes, a vendedores de patatas y a músicos. Sentimos, en definitiva, que estábamos más cerca del que poco vemos.
La mayoría de las veces, los seres humanos observamos el paso del tiempo con significados diferentes. En nuestro lento madurar, cambiamos las percepciones que, sobre determinadas épocas del año, la misma naturaleza nos ha ido transmitiendo. Renunciamos a dar nuestro visto bueno a fechas concretas del calendario que fueron especialmente crueles con nosotros o con nuestros seres queridos. Pero aún así, la estación primaveral nos trae, en el peor de los casos, una Semana Santa envuelta en incienso y cuajada de azahares. Predispuesta siempre a acoger a mentes enfrentadas en lo ideológico, en lo político, en lo cultural, en lo espiritual si queremos; pero indiscutiblemente unidas en el sentimiento de cuestiones, que por no ser de nadie, tienen como único dueño al respeto a la solidaridad y a la tolerancia.
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