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Igualdad, alivio penal y bisoñezRegreso a 1993

Si Sánchez gobierna otros cuatro años será el presidente con más tiempo en el cargo detrás de Felipe González

Aritmética perversa y alboroto en el Congreso. El partido más votado repite que “ha ganado” las elecciones, cuando en un sistema parlamentario gana quien tiene mayoría y gobierna. En su impotencia para conseguir la confianza de la Cámara, el PP se consuela presumiendo de defender la igualdad de todos los españoles. No siempre. Los populares han dado por buenos el concierto vasco y el convenio navarro, que consagran privilegios fiscales de los dos territorios. Eso es desigualdad. Los únicos partidos que han estado contra esa asimetría han sido UPyD, Ciudadanos, Compromís y Vox.

Urkullu nos acaba de decir que el PNV no se conforma con el concierto y ahora quiere el reconocimiento de nación para Euskadi, Cataluña y Galicia. Alardea de que tienen el concierto desde 1878, pero oculta que fue impuesto a la fuerza por el gobierno nacional para que contribuyeran a la Hacienda común después de la última guerra carlista. Se planteó de manera provisional durante ocho años por el malagueño Cánovas, después de disolver las diputaciones forales y nombrar unas provinciales sustitutas. El actual concierto se basa en la disposición adicional 1ª de la Constitución, que respeta los derechos forales históricos, pero no recoge cantidades. El primer cupo se pactó muy bajo, entre una UCD en precario con un PNV poderoso, tras la aprobación de la Constitución y el Estatuto de Guernica en 1980 y empezó a aplicarse en 1981. (Para situar el ambiente, ETA asesinó entre 1978 y 1981 a 275 personas).

Desde la esquina catalana, Puigdemont pide una amnistía para quienes comandaron el proceso hacia la independencia catalana en 2017. El PP hablará con Junts, pero dice que no está dispuesto a semejante cosa. Ayuso, la candidata de la gran derecha española para una eventual sustitución de Feijóo, ha calificado este acercamiento al ultranacionalismo catalán como bisoño. Sólo una dirigente con su castiza desenvoltura se permitiría llamar inexperto a un jefe con tantos trienios.

Quien sí parece dispuesto a un alivio penal para Puigdemont y sus cómplices es Sánchez; dicen en el PSOE que “dentro de la Constitución”. O sea, que lo que quiera que haga, se llame o no amnistía, será recurrido por el PP al Tribunal Constitucional y la mayoría socialista de órgano tan politizado la dará por buena. Con ese y otros avales, Pedro Sánchez puede gobernar la España plurinacional y desigual otros cuatro años. De conseguirlo, sería el segundo presidente con más tiempo en el cargo detrás de Felipe González. Después, ya veremos...

PARECE que por fin va a llover y que lo hará con una fiereza sobrevenida. Igual que los irredentos siguen llamando Constantinopla a Estambul, hay quien prefiere hablar de gota fría y no de ninguna DANA. Llega septiembre. Con permiso de la lista de Spotify (Quevedo lo ha vuelto a petar este verano), hay quien prefiere tararear el September discotequero de Earth, Wind & Fire. Por ahora, el cambio climático aún no afecta al subconsciente, esa otra capa de la atmósfera. Por eso uno siente que con septiembre llega otra vez la precuela del otoño. El tiempo de Cronos se desmenuza en arena. Los días se acortan. Los relojes de sol languidecen en las ruinas de la vieja Europa. Son los únicos que, como imploraba Jünger, podían contar las horas luminosas para alegría de los hombres.

La sequía continuará. Y claro que sufriremos a goterones el veroño (feo palabro que llegó para quedarse). Pero es verdad que septiembre sigue siendo como una elongación del tiempo. Mucho más que Año Nuevo. Afloran por igual el vicio y la cura, eso que llamamos nostalgia. Hablaba Pedro G. Cuartango de los atardeceres rojos en Bayona. Señal del naufragio del verano. El ser melancólico resiste. Del algoritmo al ChatGPT, la inundación digital impone otra vida sin contornos. Pero al llegar septiembre aflora como una forma sólida de resistencia, donde ni siquiera existen palabras ni expresiones del barroco fluido como empoderar, líneas rojas, resiliencia, patriarcado, micromachismos, violencia intrafamiliar, “horizonte confederal” (el último hit del lehendakari Urkullu).

Coincide septiembre con la vuelta a los cines de Caro Diaro, la película de Nani Moretti. Hablaba de ella aquí Manuel J. Lombardo en su estupenda crónica, en parte autobiografía y en parte semblanza de una generación. En 1993, hace ahora treinta años, se estrenaba la peli con la icónica imagen de Moretti en su Vespa. En 1993, surgía otra guerra confusa dentro de la propia guerra incomprensible de Bosnia. Musulmanes y croatas católicos se mataban con saña para asombro del relato canónico de los corresponsales de guerra. Lo recuerdo bien porque, como el colega Lombardo, yo también estudiaba Periodismo en aquel año ahora evocado gracias al gran Nani Moretti. Me llevaba a clase los periódicos cuyas portadas abrían con aquella matanza. 1993 fue también el año de la gran recesión económica. Banesto fue intervenido. Felipe González aún ganaba elecciones. El duque de Feria fue detenido por pederastia y España asistía en vilo al martirio de las niñas de Alcacer. Lo dicho. Es llegar septiembre y el tiempo se transustancia en arena.

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