Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Humo

Fumar es la única actividad de la que, explícitamente, avisan que mata. En ninguna botella se lee que beber mata

Escribo este artículo desde mi condición de fumador pasivo compulsivo. El humo del tabaco no me molesta. Su olor tampoco. En la edad a la que se empezaba a fumar -recuerdo aquel ambiente de clandestinidad que rodeaba los primeros pitillos de mis colegas de La Salle- mi madre estaba convencida de que había heredado el "vicio" de mi padre al olerme la ropa, sobre todo después de una noche de juerga en las catacumbas. Nadie tenía que salir de aquellos garitos, algunos subterráneos, para fumar. Al final va a terminar uno añorando el inframundo como modélico estilo de vida. Estos tiempos no parecen dejar otra opción.

A todo lo que ocurre con el tabaco y con los fumadores desde hace tiempo yo lo llamo persecución. Y, lo dicho, no fumo. Seguro que el riesgo de ellos de contraer un cáncer de pulmón es mucho mayor que el mío. Dicen. Pero a mí puede atacarme uno de hígado, o de colon, o de páncreas o de... sí, también de pulmón. Nadie está del todo a salvo de una putada de esas.

Fumar es la única actividad de la que, explícitamente, te avisan que mata. Yo no conozco ninguna otra a la que se le añada ese verbo fatal. Nunca he leído en ninguna botella de whisky ni de ginebra ni de vodka que beber mata. ¿Lo pone? Se me ha pasado. No lo he visto. Tal vez ponga "El alcohol nubla la vista". O "El alcohol provoca ceguera".

La pandemia ha venido a aumentar la presión contra los fumadores. He llegado a oír que los muy granujas usan el cigarrillo como justificación para desprenderse de la mascarilla, lo que constituye un agravio comparativo para los no fumadores. A mí nadie me ha preguntado, pero si alguien lo hiciera le respondería que me está agraviando al preguntarme semejante parida.

Parece ser que mis familiares, amigos y compañeros fumadores pueden ponerme perdido de gotitas de Flügge -y en una de ellas puede viajar el Covid-19- , que ellos exhalan al soltar el humo en bastante más cantidad que cuando se habla. Niego la mayor. Puro empirismo: hay habladores ante los que hay que enfundarse en kevlar de la cabeza a los pies, tal es la fuerza de su granizada. Pero contra éstos no hay medidas que valga, ni distancia social ni un borbónico "¿por qué no te callas?". Aquí no hay nada que hacer. Hablan y hablan sin parar. Y no he visto en ninguna parte un cartel que indique "Oír mata". Pero según qué casos y qué cosas "Oír jode un montón". Y para ignorar todo ese ruidoso y banal parloteo de hoy día sólo queda una salida: fumar a gusto. Rip This Joint.

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