Geosmina

EL viernes por la tarde El Puerto entero se inundó del olor de la geosmina, que en griego antiguo significa 'aroma de la tierra'. Es el olor de la lluvia, el olor a tierra mojada, una sustancia que se libera cuando el piso se humedece por mor de cierta bacteria que es la que le da tan característico olor y que a todos nos reconforta tras largo tiempo de sequía. Nosotros, en El Puerto, como los camellos, los caracoles, algunas lombrices e insectos, nos conmovemos cuando llega la lluvia, cuando olemos que el agua está cerca. Pero no solo con el agua nos emocionamos, algo que no nos es ajeno rodeados como estamos de playas y bahía, en la desembocadura del río del Olvido.

Otra geosmina intelectual nos activa la pituitaria cuando, en tiempo de elecciones, buscamos un cambio que nos alivie de este desconsuelo, de esta sequía de ideas, de este secarral de paro, de esta lodazal de corrupción que nos envuelve, mientras nos preguntamos como hemos podido llegar a semejante situación, sabiendo muchos que el cambio del cambio tampoco va a ser la solución. El caso es que, año tras año, elección tras elección, la lluvia prometedora se acaba llevando las promesas y el olor de la geosmina no deja de ser un espejismo de agua, en esta tierra donde la humedad en el ambiente es una costumbre que nos tiene ateridos.

Miremos para la arruinada Grecia donde la geosmina es la esencia que corre por las venas de los dioses, o en la depauperada India en la que dicha sustancia es tomada como el perfume de la tierra. Mientras, que le pregunten a los 11.584 parados, un tercio de la población activa de El Puerto quienes reclaman que llueva a cántaros, que el agua corra por las acequias, que la lluvia apague los incendios, que desatasque los desagües, que humedezca la voluntad firme de progresar porque ya nos adelantan hasta los cangrejos, a fuerza de ir para detrás. Y es que parafraseando a Jerzy ¿significa progreso el que el antropófago coma con cuchillo y tenedor?