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Garbanzos negros

Con la dimisión de la ex directora de la Guardia Civil ya se están saliendo del puchero

A Pedro Sánchez se le están inflando los garbanzos. Se le había olvidado al presidente del Gobierno que la justicia tiene un olla a remojo, desde hace varios años: un centenar de casos por la corrupción socialista de los ERE aún por resolver. Con la dimisión de la ex directora de la Guardia Civil ya se están saliendo del puchero. El presidente del Gobierno, durante la tediosa lectura de su "tocho", dijo que entre los socialistas solo se había detectado un garbanzo negro, aludiendo al Tito Berni. Es una vez más la estrategia que tienen Sánchez y su Gobierno de reconstruir la historia sobre datos hipotéticos, que por mucho que sean hechos posibles no han sucedido realmente. Por mucho que quiera cambiar el relato del caso Mediador o los de la ley del sólo sí es sí, indultos, malversación, sedición… etc., la realidad, la verdad es tozuda. Los socialistas son reincidentes y su corrupción tiene estilo propio. En el caso del Tito Berni aún queda mucho por descubrir y diputados socialistas que han de aclarar sospechosos comportamientos. Teníamos, también, la mirada puesta en investigar otro garbanzo negro, ese constructor "fantasma" que se forró con obras de la Guardia Civil. De manera oportuna, tras la votación de la moción de censura, la directora de la Guardia Civil salía a los medios para confesar otro garbanzo negro: su marido y dos de sus cuñados. El marido de María Gámez, Juan Carlos Martínez, y su hermano están imputados, siendo investigados por un caso de corrupción de los ERE socialistas de los años 2009 al 2012, por lo que se sospecha que la ex directora, presuntamente, podría haber tenido conocimiento de ello. Otro garbanzo negro es ese ático dúplex que el matrimonio compró por más de un millón de euros en primera línea de una de las mejores playas de Málaga, coincidiendo con los 36 millones de euros de dinero público que la Junta socialista les dio en el caso Santana Motor por parte de la Agencia IDEA. Poco le ha durado la felicidad por la moción a Pedro Sánchez y menos cuando le calificó Ramón Tamames de ucrónico. Al oírlo la ministra Nadia Calviño arrugó la nariz con extrañeza para preguntarle a su presidente qué significaba, pero ni él mismo supo responder. Ucronía es la reconstrucción de la historia construida lógicamente que se basa en hechos posibles pero que no sucedieron. Define bastante bien, y viene de un erudito que selecciona con rigor cada palabra que elige, las calumnias a las que tanto recurre nuestro arrogante presidente Sánchez.

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