Si los críticos de Irene García triunfan con su lista al congreso federal el 26 de septiembre, la presidenta de Diputación, que hasta ahora nunca vio comprometido su liderazgo ni se vio tan exigida, tendrá difícil seguir al frente de los socialistas tras el congreso provincial. Pero si pierden por el camino alguna de las corrientes que les empujan, Juan Carlos Ruiz Boix y compañía estarán muertos. Los secretarios locales desencantados que en su día fueron íntimos de Irene y que hoy cuestionan su poderío se jugarán el todo por el todo, porque tendrán que demostrar ante sus agrupaciones que su carisma sigue intacto. Por ahora, parece que ganan a los puntos, pero García dispone de los resortes y de tiempo para que alguno cambie de bando. Al alcalde de San Roque le acompañan la alcaldesa de Jerez, Mamen Sánchez, Fran González, Patricia Cavada y, entre otras caras conocidas, Jiménez Barrios, Gemma Araujo. Alfonso Moscoso y Javier Pizarro. A Irene García también le apoya un nutrido grupo de cargos socialistas y alcaldes gaditanos, empezando por los de Chiclana, Puerto Real, Ubrique y, entre otros, Sanlúcar. Algunos, como el regidor de Rota, se mantienen con su casco azul.

Al anticipar su paso al frente y dar una patada al avispero socialista, Ruiz Boix dejó patente que los críticos van en serio, mostrando de paso sus cartas a García para darle alguna ventaja. Aunque ella dice no saber quiénes son, ya sabe dónde tendrá que emplearse a fondo. Antes de que arrancara el plazo, también empezó la campaña del miedo para asustar a los indecisos y presionar al rival. Nadie tiene las cosas claras en un PSOE tan envenenado que ya no hay quien lo reconozca. Los aspirantes a estrategas tratan de convencer a los militantes de que cuentan con la bendición de la dirección del partido, a la vez que intentan desacreditar al oponente y a sus supuestos avalistas, ajustando cuentas con el pasado. Nada nuevo, ¿verdad? Hay tanto en juego, empezando por la posibilidad de ver la nevera medio llena o medio vacía, que todos presumen de su primo de Zumosol.

La militancia tendrá la última palabra, pero a la vez tendrá que frotarse los ojos para comprobar que lo que ve es cierto, empezando por la lucha fratricida entre quienes tan bien se entendieron en el pasado, como Ruiz Boix y la presidenta de Diputación, sin ir más lejos. Por más hermosas tragaderas que se tengan, era tan insospechada la alianza de los irenistas con los romanistas como la de los susanistas con los pizarristas. Si ya era difícil apostar por García en sintonía con José María Román, más complicado era pensar en Jiménez Barrios y López Gil junto a Fran González. Las traiciones y palmaditas y el baile de parejas sólo han sido comparables a la capacidad para cambiar de principios sin pestañear. Si todos cantan victoria y vigilan su espalda es porque están a punto de entrar en pánico. Como cuando se pierde de vista a un niño en la playa y no hay ni socorristas.