Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Formación del espíritu andalucista

La historiografía reciente nos ha enseñado que las naciones no son entes esenciales e inmutables, sino realidades históricas que nacen y mueren. Ha sido quizás José Álvarez Junco el que más brillantemente ha escrito sobre la construcción de la nación española en el siglo XIX, un fenómeno que es inseparable de la refundación del Estado español tras el final del imperio y la Guerra de la Independencia. De algunas lecturas se puede deducir que, al fin y al cabo, una nación es como una maqueta. Si uno cuenta con los piezas y las instrucciones puede construirla. La primera de estas piezas es el nacionalismo, término muy desprestigiado en Europa tras las guerras mundiales y los conflictos étnicos de los Balcanes, pero que fue una fuerza fundamental para la forja no sólo de los estados-nación, sino también de eso tan caro a los oídos del hombre contemporáneo que es el Estado del Bienestar. A los pedantuelos que suelen presumir de ser cosmopolitas apátridas habría que recordarles que sin nación no hubiesen existido la sanidad pública o la educación obligatoria y gratuita.

Nuestra generación se encontró la nación ya construida (aunque con evidentes imperfecciones, como no dejamos de comprobar), con sus mitos de don Pelayo, sus tres carabelas y sus héroes del 2 de Mayo. Sin embargo, hemos podido asistir en directo a la forja de nuevas identidades políticas, las autonomías, algunas sacadas de la gran chistera de la Transición y otras heredadas de aquella gran crisis de la conciencia nacional que llamamos 98. En Andalucía fue indiscutiblemente la izquierda la que empujó en la dirección del autogobierno y en la creación de su mitología. Pero es cierto que, más allá de Blas Infante, el 4-D y el 28-F, se les ahorró a los ciudadanos la construcción de un imaginario andaluz excesivamente abigarrado. La autonomía siempre se vio como una herramienta de transformación socioeconómica más que como una reivindicación de glorias pasadas. Llegada la era Juanma asistimos a una intensificación de los mensajes andalucistas con el fin de, al estilo gallego, generar una conciencia territorial estrechamente ligada al PP y a su actual líder. Tanto que uno empieza a echar de menos a aquel PSOE que, más allá de algunos folclorismos de corte populista y mitinero, no solía dar demasiado la tabarra con la cosa identitaria. Este 28-F asistiremos a una escenificación del nuevo andalucismo de pulserita juanmaniano. Como santos tutelares, David Bisbal y la difunta Lola Flores, que ya sabemos que aunque la utopía del presidente es una Andalucía exitosa en lo económico y lo tecnológico, hay cosas que nunca cambian y el nacional-folclorismo es una de ellas.

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