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Esperando efectos

No todo es protestar: que vacunen a los profesoreses un reconocimientoa la enseñanza

Nos vacunamos por prevención y yo, además, con muchísimas prevenciones. Un privilegio de los hipocondríacos es que no nos aburrimos. Otro, que tenemos la muerte siempre presente, como San Jerónimo con su calavera encima de la mesa. La penúltima ventaja, la enorme frecuencia en que estamos de celebración, alegres de que no fuese casi nunca lo que siempre se temía. La última ventaja, con perdón, será que, al fin, tendremos razón. Le debo a mi hipocondría infinidad de momentos felices.

Con la vacuna, en cambio, me encuentro en un callejón sin salida. A la entrada me dieron un papel calmante explicándome que, si tenía reacciones, era una señal estupenda. Significaba que el cuerpo se aprestaba a poner a punto su sistema inmunológico. Ahora me encuentro estremecido entre la preocupación por los síntomas que vendrán y la angustia por los que no llegan. Hace unos días, antes de que supiese que me iban a vacunar tan pronto, estaba en otro atolladero irresoluble, aunque académico. La última pregunta de un examen era que dijesen la nota que sacarían y valía medio punto. Una alumna quedó en la siguiente situación: si le ponía mal la pregunta de la adivinanza, la acertaba. Si se la ponía bien, sacaba medio punto más, y se la tenía que poner mal, y, entonces, volvía a acertar.

Con mis síntomas, en cambio, no estoy para aporías. He corrido a escribir el artículo, porque puede que dentro de unos minutos esté tan mal (¿por suerte?) que no pueda escribir nada coherente; o tan bien que la preocupación de que mi cuerpo está siendo indiferente a la vacuna no me deje ya pensar en otra cosa.

He de escribir lo que sea rápidamente, antes de me impidan cumplir con mi compromiso o la vacuna sí o la vacuna no. Escribiré de la vacuna quizá. Ya lo estoy haciendo. Casi he terminado.

Resulta totalmente desproporcionado y, más que nada, políticamente torticero el escándalo sobre la vacunación por lo privado de las infantas. Peor parece que se pierdan miles de vacunas, que es una metáfora de la eficacia de nuestro Estado. O que tantos políticos se hayan colado, símbolo exacto, en la vacunación. Yo aprovecharé para decir, cuando tanto se protesta de la consideración social a los profesores, que no es un detalle menor que nos vacunen con esta prioridad y sin ningún escándalo. Cuando se nos tiene en cuenta, cual infantes del Reino, qué digo, más, por lo que vemos, hay que decirlo, y agradecerlo.

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