LOS tertulianos del Café de Correo, con Fernando Santiago a la cabeza, concedemos a Emilio de la Cruz, nuestro compañero y amigo, sobrada autoridad para esto de las encuestas, a las que se ha dedicado profesionalmente durante años. Aunque él sabe que siempre me declaro objetor de conciencia en encuestas no por ello dejo de prestar atención a sus vaticinios y estudios demoscópicos. Que, ya lo sé, son una foto-fija de un momento concreto, el escenario de una jornada, un estado de ánimo. Voluble que es la gente, vamos. Pero algo hay, qué duda cabe. Sobre todo si uno se encuesta a sí mismo. Ayer se encuestó un amigo a sí mismo en mi presencia y me dijo dos cosas sin duda importantes: 1) Votar, voy a votar y 2) Sé positivamente a los partidos a los que no voy a votar, aunque no tengo claro a quién votaré. Entonces resulta que ya hay dos personas, mi amigo y yo, que tenemos los mismos resultados de la auto encuesta: Votar, votaremos. Y sabemos a los que no votaremos sin duda ninguna sin estar todavía convencidos de a quien votar. La coincidencia o no de dichos partidos que no votaremos es lo de menos en términos demoscópicos, me parece. Digo que hay dos encuestas que hablan de participación, de no abstención. De no voto en blanco o nulo. La de mi amigo y la mía. Preguntaré hoy a Emilio de la Cruz qué valor puede tener esto, el valor de dos personas que nos planteamos en serio cada votación, que no tenemos nuestro voto cautivo ni en venta. Es que las encuestas, en la cercanía de un proceso electoral tan cercano, empiezan a agobiar. Digo a los electores, no a los que tienen otras encuestas que consideran fiables, bien hechas, verosímiles, factibles. En el sentido de ¿puede ser posible que este partido se convierta en la segunda fuerza, que este otro esté en caída libre o que aquel devenga en extraparlamentario? Por poner ejemplos, claro. Toda vez que la segunda fuerza sea la cuarta y la extraparlamentaria condicione la formación de una coalición para gobernar Andalucía, que es lo que viene. Mas siempre nos quedará el farol como recurso. Y hay políticos que juegan de farol mejor que de verdad, vamos, que el farol es su verdad. Y que la gente lo compra, se lo cree. Y se dejan administrar el narcótico. Luego es luego. ¿Lo reflejan las encuestas? Lo ignoro, sería cuestión de buscar esa especificidad. Por esto, definitivamente, mi encuesta es la urna, el acta que firma el presidente de la mesa tras haber realizado el recuento con todas las garantías democráticas.

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