Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

Algo raro se respira en el ambiente del Instituto Santo Domingo en estos primeros días del mes de septiembre. Entre los exámenes de recuperación y las visitas de los nuevos alumnos y alumnas para ir haciendo cuerpo a nuevas costumbres, el curso próximo a comenzar se antoja algo diferente porque don Emilio Flor, director y enseñante durante años y años por aquellas celdas del antiguo Convento de Dominicos reconvertidas en aulas, deja su labor docente oficial para gozar de un merecido descanso activo. Y digo descanso activo porque los que conocemos a este profesor ya jubilado sabemos que no va a parar quieto ni un instante de su vida por venir ni aunque lo aten. Emilio es un buen amigo al que admiro y aprecio desde que tuve la suerte de conocerle trajinando en quehaceres que los dos amamos sobre manera.

"La gota de agua horada la roca cayendo no dos veces, sino siempre", es la frase que con mayor claridad simboliza la perseverancia con la que el profesor Emilio Flor ha pretendido siempre conquistar las voluntades de sus alumnos: con la palabra y con la escena, singularidades estas de las que es un maestro consumado.

Su infancia la vivió y la revive cada día entre el número 14 de la calle Los Moros, Las 7 esquinas y la Plaza del Polvorista. En su memoria selectiva aún perduran los aromas a vinaza de vino y a la esencia de olor a mar que destilaban las artes de pesca en la ribera del río y en los cuartos de redes.

Los chinos pelúos de nuestras calles le enseñaron a sortear las carencias de una época con la inestimable ayuda de sus padres y la solidaridad desprendida por su numerosa familia incrustada en las casas vecinales de mediados del siglo pasado.

Su cátedra de latín nunca estará vacía. Ahora tendrá más tiempo para ejercer como académico de la de Santa Cecilia de nuestra ciudad.

Personalidad reconocida en el mundo grecolatino de nuestro país con innumerables premios y distinciones, e impulsor del teatro clásico entre el alumnado portuense, es por encima de todo un humanista convencido, enamorado de su gente y de su tierra, enamorado de El Puerto de Santa María.

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