No son los ERE

La indiferencia de Pablo Iglesias a este caso de corrupción tiene una razón más que razonable

Mi artículo de ayer no hablaba de la sentencia de los ERE. Me divertía experimentar si alguien iba a afearme que no clamase al cielo contra ese escándalo como lo hacían cuando no escribía sobre los escándalos del PP. No pasó, curiosamente, pero no me importa, porque los mismos motivos tengo para no dedicar una columna a una corrupción como a otra. Las corrupciones que levantan tanta alarma social y que ya juzgan los tribunales ordinarios están más que claras.

Para alguien que estudió Derecho, rige en cierto modo el principio Non bis in idem, esto es, la cosa juzgada. Ya están condenados y expuestos además a la pena de la opinión pública unánime. ¿Para qué voy a sumar mi voz, que es tan pequeñita, al gran griterío justiciero? Interesa mucho más que me dedique a otras corrupciones que nadie denuncia o en las que incluso pocos creen, como la del aborto, tan ignorada, o el abandono de la educación de calidad, que condena a nuestros jóvenes a la barbarie vertical. Es simple división del trabajo y racionalización del esfuerzo.

Podría denunciar, al menos, esa diferencia de trato de la corrupción del PSOE con respecto a la del PP y a los malabaristas de la información que están poniendo pañitos calientes. Pero también eso lo están denunciando con eficacia y guasa muchos otros periodistas y, sobre todo, ellos mismos, los ocultistas, quedando tan evidencia que hasta da alipori señalarlo.

Así pensaba seguir, indiferente a los millones de euros, hablando de otras tramas, hasta que he visto que Pablo Iglesias tiene razón en algo y que nadie se la está dando. Y ése sí es mi trabajo: dar la razón al que la tiene.

Iglesias va a pactar el Gobierno con Sánchez sin que le importe un caso de corrupción diez veces más grandes que el de Gürtel que les sirvió para cargarse el Gobierno de Rajoy. ¿Qué injusticia, no, y cuánta hipocresía? No, porque, en realidad, el Gobierno de coalición, progreso y dependencia de la independencia jamás estuvo planeado como un Gobierno del PSOE. No lo es. Es un Gobierno de Iglesias y de sus socios, que parasita a Pedro Sánchez, que, por salvar el sillón, es capaz de dejar el volante.

Era una firme sospecha política, y la sentencia de los ERE y la actitud defensiva del azote de la corrupción que es Pablo Iglesias nos demuestra que, en realidad, no se trata del Gobierno del PSOE, sino del suyo. Menos la cáscara sine qua non, Pedro Sánchez ya llega dimitido.

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