El salón de los espejos
Stella Benot
La Transición andaluza
LA pintura es poesía que se escribe en versos con rimas plásticas…" Esta cita de Pablo Picasso conecta perfectamente con Eugène Delacroix gracias a la luz, el color, el dinamismo compositivo y la influencia que en él ejercieron grandes maestros como Velázquez, Gericault, Goya, Constable o los paisajistas ingleses.
Delacroix fue testigo de los acontecimientos que cambiaron el devenir de nuestra historia europea, concretamente las revoluciones liberales de 1820 y 1830. De este modo, en 1824 expuso en París una de las obras más emblemáticas del movimiento romántico: La Matanza de Quíos, donde representó la rebelión griega contra los turcos, cuando estos enviaron a la isla un ejército expedicionario que masacró a la población helena durante su guerra de liberación. Esta obra dio paso a La muerte de Sardanápolo, cuadro de una extraordinaria y barroquizante sensualidad inspirado en una tragedia de Lord Byron: el sátrapa Sardanápolo ordena sacrificar a sus seres más preciados antes de morir en sus propios aposentos.
Las Tres Gloriosas de 1830 que tuvieron como protagonista al pueblo de París y dieron lugar a la monarquía parlamentaria de Luis Felipe de Francia, fueron recogidas por Delacroix en uno de los cuadros más famosos y visitados del museo del Louvre: La libertad guiando al pueblo. La obra encarna el idealismo liberal revolucionario representado por una mujer que ondea la bandera tricolor y, bayoneta en mano, anima al pueblo entre el tumulto de las barricadas. Sin lugar a dudas, se trata de una de las pinturas más representativas del Romanticismo francés de corte historicista.
Invitado por el conde de Morlay, Delacroix formó parte de una delegación que el gobierno galo envió a Marruecos y Argel en 1832. Este viaje fue interesantísimo para el pintor romántico porque, gracias a él, descubrió una luz nueva, unos colores exóticos y una sensualidad oriental de enormes posibilidades plásticas. Así, tomó muchísimas notas en acuarela, lápiz y tinta de su periplo por Tánger, Mequinez, Argel… Apuntes que dieron lugar a obras consideradas como pre-impresionistas: Fantasía árabe ante las puertas de Meknes, Mujer bañándose, Conversación morisca, Novia judía o Las mujeres de Argel, óleo sobre lienzo considerado la antesala de la pintura moderna por Cézanne, Matisse o Pablo Picasso.
Eugène Delacroix estuvo en Cádiz en el mes de mayo de 1832 quedando prendado de su luz y de su arquitectura, concretamente de la Casa de las Cuatro Torres, de cuya fachada realizó algunos apuntes. Del mismo modo quedó fascinado por nuestras torres miradores y su decoración de lacería en rojo almagra. En Vista de una ciudad, preciosa acuarela en que aplica la pintura a los elementos arquitectónicos, muestra su interés por los paisajes urbanos y por el detallismo de los temas ornamentales.
Delacroix también estuvo en Sevilla y en Sanlúcar, desde donde viajó nuevamente a Cádiz. En el trayecto hizo una visita a Jerez para conocer su muralla medieval, dibujando la torre octogonal almohade, breve apunte que se encuentra en el departamento de Artes Gráficas del Museo del Louvre.
Desde Cádiz embarcó a Tánger, inaugurando la etapa más fructífera y luminosa de su pintura, que supuso según sus propias palabras: "Un puente tendido entre el alma del artista y la del espectador".
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