La victoria socialista de Felipe González de octubre de 1982 fue anticipada meses antes en las primeras elecciones autonómicas andaluzas, y es probable que este 2019 -el año macrolectoral- también suceda algo similar. Aunque el diciembre andaluz estuvo marcado por una amplia, casi consensuada, voluntad de cambio, la onda expansiva catalana ha alterado la motivación del sentido del voto; no se trataría tanto de escoger entre izquierdas o derechas, como de dar un portazo en seco a la rebelión catalana.
José Luis Rodríguez Zapatero y el más ingenioso de los hermanos Maragall quisieron arreglar lo que entonces sólo era una cuestión histórica, el encaje de Cataluña en España, y le dieron cuerda a una bomba de relojería que adquirió potencia después de que el Constitucional anulase una parte del Estatuto refrendado en las urnas.
El tancredismo de Mariano Rajoy y la vileza de la antigua Convergencia hicieron el resto. Pedro Sánchez ha insistido en resolver lo que ya se sabe que no tiene esa solución: el pecado del presidente actual es que lo ha intentado demasiadas veces, y que sus únicos socios han sido los independentistas y Podemos.
Para el votante de izquierda, progresista, es una tragedia tener que decidir en las próximas elecciones entre quien se apoyará en los independentistas y quienes meterán a Vox en los asuntos de Gobierno.
Terrible, la ecuación tiene dos resultados malignos, a juicio de muchos votantes de este país, pero si ésa es la única incógnita que hay que resolver, una mayoría votará a PP o a Ciudadanos, quizás con la esperanza de que Abascal sólo sea un externo. Y no será así: si manda en Madrid, querrá fulminar la ley de Violencia de Género, la de Memoria y fomentará una recentralización del país.
Sin grandes mayorías, no termina de comprenderse por qué Ciudadanos no se ha situado como el partido moderado, centrado, capaz de aliarse a derecha e izquierda, con PP o con PSOE, un certificado de templanza para el futuro Gobierno de España.
A Albert Rivera le ha entrado el mismo pánico que a Casado, y ya no se sabe quién de los dos está más a la derecha. Al PP aún le sale ese ramalazo socialcristiano que está en una de los ramales de sus raíces, pero Ciudadanos sólo habla de España y de bajar impuestos. Como en Andalucía, Rivera sostiene que nunca, jamás, apoyará a Pedro Sánchez. Pues eso es Vox.
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