Fútbol El Cádiz CF, muy atento a una posible permanencia administrativa

Constitución suspendida

Entre los que nos sentimos atropellados por los pactos de Sánchez, hay sensibilidades constitucionales muy diversas

Ya he escrito sobre la necesaria unidad de los que protestan contra los acuerdos de Sánchez con Bildu, ERC, Junts y PNV, más Sumar y la resta de Podemos. Contra eso, motivos para forjar una mayoría social, sobran, pero forjarla implica hacer la vista gorda. Lo escribí, pero hoy quiero poner un ejemplo mucho más concreto: la Constitución.

Entre los que nos sentimos atropellados por los pactos hay muy diversas sensibilidades constitucionales. Están los que sostienen continuamente que contra Sánchez estamos defendiendo la Carta Magna y los que opinan que vaya magna carajera ha montado la carta en cuestión. Será una discusión interesante. Pero ahora innecesaria. Esta claro que a los que resistimos nos une el amor a la nación española, la defensa de su dignidad, la preocupación por la separación de poderes, la inquietud por el Estado de Derecho y la urgencia por salvaguardar la igualdad jurídica, fiscal y administrativa entre españoles. No es poco.

El estado de salud de la Constitución del 78 quizá debería ser el primer debate para el día después a este lío. Es posible que salga España de él, pero que la Constitución no. A fin de cuentas, era un acuerdo de convivencia entre todos los españoles, que una parte de ellos ha usado a su favor y en contra de los otros de forma sistemática. Cuando ya no les servía ni de excusa, la han sobrepasado. Quizá no haya que volver al acuerdo constitucional una vez vulnerado. Quizá habría que plantear un nuevo consenso en que los que siempre tiran para lo suyo sintiesen que también nosotros tiraremos para lo nuestro, que es lo de todos. Esa duda en el aire quieren señalar las banderas de España que estos días ondean con un agujero en lugar de escudo.

Hay dos razones para pensar así. La primera: la Constitución ha suspendido clamorosamente en su propósito principal de salvaguardar a la nación y a unas estructuras estatales firmes y solventes. La segunda, más táctica: no se puede negociar con quienes vulneran los pactos sin advertirles que les puede salir el tiro por la culata. Si el status quo ya lo tienen seguro, lo suyo sería un chollo.

Sin embargo, no quiero acabar haciendo en el artículo lo que empecé diciendo que no hay que hacer. Suspendida o recuperable, la Constitución, hoy por hoy, está condepumpidamente suspensa. No la mentemos ni a favor ni en contra. Por ahora es inane. Defendamos mejor lo mucho más importante que está en peligro.

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