Cañete de las Torres

Todo parece reciente en Cañete de las Torres, como recién puesto, recién pintado, recién barrido. Todo el pueblo es así

No llega a tres mil habitantes la población, el término municipal suma algo más de los 100 kilómetros cuadrados, está situado a 50 kilómetros de Córdoba, a 320 metros de altitud, de ahí que las hileras de olivos hagan ondulaciones suaves del paisaje, y tiene un restaurante donde puede que sirvan el mejor salmorejo del mundo. Como se decía en el viejo andaluz rural, hay que tomar partida de este pueblo de nombre de abolengo, Cañete de las Torres. Es un ejemplo en donde habría que mirarse. Y pienso sobre todo en nuestros pueblos serranos. Porque los cordobeses de Cañete de las Torres trabajan para que la gente vaya y lo cuente. Sin decirlo así pero con esa intención, quiero pensar. Fue un buen lema "Ven y cuéntalo", aunque le sacaron punta a ese lápiz con la mala baba que se cría en esta piel de toro. Es que, la verdad, si alguien te invita a visitarlo es seguro que sabe que el visitante se convertirá en cronista, dará su versión, opinará. No sólo del que puede que sea el mejor salmorejo del mundo, también de sus calles blancas, de sus tiestos azules colgados en las paredes, en sus calles estrechas que pude ver con la luz de un sol radiante. Un pueblo cordobés, de moverse uno en el tópico. Sol, blanco y azul con flores bajo un cielo sin nubes y que todas sus calles dan a los campos de olivos como las calles de Cádiz dan al mar y muchas ciudades dan al triste otro edificio de enfrente que devuelve la homotecia misma de las otras miradas igualmente tristes. Alguna mano secreta, aunque imaginada, viene moviendo esto, digo enjalbegando paredes, cuidando tiestos azules, sembrando flores, construyendo un mundo armónico, muy andaluz, pues se presume de la limpieza -como los chorros del oro- y se expone a todos, se entrega al visitante sin pedir nada a cambio. Como los patios de Córdoba o las puestas de sol de Granada o de La Caleta. Es la primera lección a tomar para nuestros pueblos, pedir esa mano amiga que se ha tomado como obligación la belleza como polo de desarrollo y de autoestima. Todo parece reciente en Cañete de las Torres, como recién puesto, recién pintado, recién barrido y fregado. Todo el pueblo así. Cuesta tomar el camino del retorno, las geometrías y el cromatismo te han atrapado para siempre. Ya queremos volver antes de habernos ido. Es lo que tiene acertar con la receta de lo sencillo: Pan, aceite de sus olivos, tomates de sus huertas, sal y el ajo. Con estos materiales se hace el salmorejo de Cañete de las Torres.

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